La Ley, esa asquerosa culpable

OPINIÓN

13 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ella es la culpable. La Ley es la culpable. Culpable de que Rajoy no esté procesado, que sea presidente. Culpable de que Trump no esté encadenado, que sea presidente (electo). La Ley es la forma que ha tomado el látigo de los tiempos primeros, el fuego que arrasaba al pueblo asaltado. La Ley es asquerosa.

Anunciada y exhibida a la manera de un pantocrátor bizantino, es objeto de culto porque es una alambrada para delincuentes y asesinos de tres al cuarto, no para Bielsa y Rato, no para la cúpula de Facebook que manipuló sibilinamente los mensajes que lanzó al rebaño para que el cutre matón cuatrero yanqui ganase.

En la cárcel no está ningún miembro de la familia Ortega ni de la familia Masaveu. Ninguno de la de Gates ni de la de Slim. En la cárcel no están los ejecutivos de los emporios de la alimentación, de las farmacéuticas, de las eléctricas, de la automoción. Cárceles y manicomios tienen otra misión, de la que tanto y tan bien escribió Foucault. Léanle si quieren conocer lo que aquí solo se esboza.

La Ley ampara a esa empresa china de nombre descaradamente enunciativo: Alibaba (Alí Babá y los cuarenta ladrones). El Globo no es sino una tienda en la que unos, para masturbar sus egos miserables, vacuos y espeluznantes, compran lo que lleva a la enfermedad de las almas y de los cuerpos de los otros, los productores, justamente los perseguidos por la Ley. No olviden las palabras que Tolstói hace pronunciar a Karenin: «Como el sueldo no es otra cosa que el precio de una mercancía, debe estar sometido a la ley de la oferta y de la demanda».

Un brutal cártel de legisladores, abogados, fiscales, jueces, policías y psiquiatras vigila el Mundo. Es Yahvé, en la cumbre del monte Sinaí, levantando amenazante las Tablas de la Ley esculpidas en la piedra de la eternidad y aplicadas a sangre y fuego a los productores. La Ley de Dios, o sea, la de los no productores, es el conjunto de los males que expandió Pandora; es el conjunto de las plagas que asoló el Egipto de Ramsés II; es la peste negra que diezmó Europa en la siglo XIV; es la mierda de aire que respiramos en este planeta condenado ya a ir calentándose para formar pareja de baile con el infernal Venus.

La Ley, sin que quepa observación alguna, observación sensata, no cómplice, es culpable, asquerosamente culpable del aullido de horror que recorre este peñasco, agujereado por los meteoritos y los cometas de la corrupción y de la vileza, que recorre un sistema solar que debió estar siempre inánime.