Estoy a favor de Carmina, y cada vez más a favor, porque más allá de que guste o no guste el anuncio de la Lotería, más allá de que te haga latir el corazón, o más allá de la poca emoción que te provoque, mucho más allá ya no se puede llegar. Sobre todo porque enseguida habrá una asociación ‘herida’ que conseguirá que cualquier apuesta se vaya al tacho. Han salido esta vez los jubilados a protestar por el spot, pero podrían haberlo hecho los enfermos de alzhéimer, las peluqueras por haberlas reducido a un estereotipo (esos secadores no se usan, además), los jóvenes, por simplificarlos a una molicie de sofá; los fareros cuyo trabajo está muy alejado del festín; los asturianos, porque no se ve en ningún momento una botella de sidra, y también los ludópatas, porque un anuncio como este incita al fin a jugar. Estoy segura, por esta sensibilidad a flor de piel que llevo dentro, que allí donde sopla un poquito de aire puede erosionar cualquier sentimiento, pero estamos en un punto en que o ponemos un poco de humor, de sentido del humor, o al menos un poco de punk para sobrevivir. Hoy sería impensable cantar, como hicimos en un tiempo duro, «Mata hippies en las Cíes», «Te mataré con mis zapatos de claqué, y bailaré sobre tu tumba» o «dálle beibe dálle unha hostia dunha vez». No es por rebeldía, pero Carmina, que ahora está dolida, también necesita apoyo de alguna asociación. ¿O no?