Mujer, ¡mátalo!

OPINIÓN

27 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

1. P es una mujer sensual, a su pesar a veces. Es una burguesa que se desenvuelve en espacios nobles gracias, o por desgracia, a la actividad delictivo-legal de su esposo.  Imperiosa y, no obstante, adictiva y deseada finalmente por ella es la orden del cónyuge de ponerse telas vaporosas e insinuantes en privadas fiestas, cenas y actos a los que él la lleva, y trajes y faldas ajustados y hasta medio muslo en la cotidiana elegancia, que atañe asimismo al despunte de los senos en las mil y una formas ofertadas.

P es alegre, habladora, inteligente, ingenua. Su esposo es brillante, hechizante, celoso, brutal. La muele a palos. Observa las expresiones del rostro de P cuando están en compañía de otros, los escorzos de su cuerpo, cómo se sienta y cruza y descruza las piernas, y si las ligas se prestan a la contemplación, y la actividad de sus manos, si tocan a esos otros en los brazos, en los hombres, en los dedos, en los cabellos. Y la muele a palos. La hija de ambos fue hallada a tiempo para devolverla a la vida. Suicidio frustrado. Una mañana de invierno, en un café, se las arregló para enseñarme con discreción el lado izquierdo de su pecho izquierdo, que la noche anterior había sido usado como cenicero por el marido para apagar un cigarrillo. Yo exclamé: «¡Mátalo de una puta vez, joder!»

2. Se acaba de conocer que en esta tierra que reúne a un millón de pseudopersonas y a unos pocos miles de personas se denuncian al día siete agresiones a mujeres. Hay que multiplicar el siete, no sé si por once o por veintidós. El Código Penal es varonil, escrito por pollas. Los dueños de la cosa pública y las policías son, mayormente, pollas empalmadas, a punto de reventar de testosterona. Los pocos coños de la cosa pública y de la policía son, mayormente, narcisistas. En el útero aún, se traza una gruesa línea a rotulador. Niña a un lado, niño al otro. Como en la pobreza y en la riqueza. Niña pobre, niño rico. Hasta la muerte.

La barbarie es desmesurada. Por eso no cesará. La barbarie está patrocinada por un aparato (genital) político-judicial de ascendencia ateniense, una sociedad misógina que los romanos se encargaron de ratificar y expandir a golpe de espada en su imperialismo (Ley de las XII Tablas) y los cristianos de anudar hasta que la sangre brota, tal y como hoy anudan los semitas. Por eso no cesará la barbarie. Una mujer machacada tiene la puerta de la celda abierta de par en par como le dé por matar al verdugo. La legítima defensa en el Código Penal es fraudulentamente hilarante. Legítima defensa es un sencillo sintagma: lo maté para que él no me matara antes. La extirpación de la bestialidad está en las exclusivas manos de las autoridades sanitarias: que den luz verde a esta cirugía. Y como esta cirugía no verá la luz por todo lo antedicho, la barbarie sí se detendrá, pero cuando los hombres se extingan.