PISA morena, PISA con garbo

OPINIÓN

08 dic 2016 . Actualizado a las 09:40 h.

Mi limitado entusiasmo por los ránkings educativos, y mi absoluta convicción de que en Finlandia tampoco atan los perros con longanizas, me impiden hacer alharacas por los resultados obtenidos por España en el último informe PISA. Aunque, dada mi condición de politólogo, tampoco voy a dejar pasar esta chusca oportunidad de felicitar al exministro Wert por haberse dado cuenta de que si, en vez de preparar a los niños para la vida y la ciudadanía, los preparaba para superar con donaire las pruebas PISA, obtendría éxitos políticos inmediatos y fabulosos, con los que podría tapar la boca a los desertores estratégicos de nuestro sistema educativo.

La educación es una realidad compleja, cuyos logros solo pueden referirse a personas o a colectivos homogéneos. Y por eso creo que haber reducido los elementos de comparación a los Estados, y relacionar a Singapur con Argelia o a Finlandia con España, es como analizar el deporte español sobre la primera fase de la Copa del Rey -cuando se enfrentan el Mirandés y el Barcelona-, y sacar de esa circunstancia sesudas conclusiones. Así no se puede informar de nada, ni nada se puede concluir. Y por eso me parece evidente que los inspiradores del PISA, si tuviesen que hacer sus propias pruebas, darían el nivel de Argelia. Porque ni siquiera es científicamente aceptable que los resultados de Extremadura -rural, agraria, periférica y tradicionalmente pobre- se comparen con los de Madrid -urbana, rica, industrial, cosmopolita y centro plutocrático de España-, ya que, si valorásemos los resultados en sus contextos, solo cabría concluir que el sistema educativo extremeño es infinitamente más eficiente que el de Madrid, y deja a Massachusetts y California al nivel de puros aprendices.

Pero, viendo que la rankingfilia globalizada funciona ya como un andazo, quiero aprovechar los resultados de este año para poner de manifiesto la paradoja que muestra el PISA en la relación entre inversión (en porcentajes del PIB) y los resultados. Porque da mucho que pensar que, cuando España estaba más convencida de que su sistema educativo estaba colapsando por falta de inversiones, de profesores, de libros gratuitos y de vasos de zumo en el recreo; cuando creíamos que los recortes nos iban a hundir al nivel de Haití (porque Pakistán y Nigeria ya nos habían superado); cuando teníamos claro que la educación se estaba privatizando y que la asquerosa ley Wert tenía que ser aniquilada, viene el informe PISA y nos da los mejores resultados de la historia.

Por eso creo que las izquierdas y los populistas deberían llenar los campus de estatuas de Wert y Rajoy, e inaugurarlas con la voz aterciopelada de Sarita Montiel: «PISA morena / PISA con garbo / que un relicario (bis) / te voy a hacer». Aunque yo, que nunca adoré al dios PISA, no asistiría a tales inauguraciones.