El fútbol también robado

OPINIÓN

12 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal como escribió Manuel Vázquez Montalbán, ponerle nombre a lo que nos destruye nos ayuda a defendernos. Sin duda por eso, Ángel Cappa, que lleva el fútbol muy dentro como exfutbolista y exentrenador, y su hija la periodista María Cappa, decidieron ponerse a escribir un libro que refleja, sobre todo, lo que el fútbol ha llegado a ser en la sociedad de consumo que nos consume y en el ámbito del periodo neoliberal que nos socava, muy ajeno por lo tanto al sentimiento sportinguista de quienes nos hicimos al fútbol con esa clave fundamental de empatía.

También nos roban el fútbol es una lúcida denuncia del fenómeno extremadamente comercial y lucrativo en que se ha convertido este deporte, como consecuencia de la oleada neoliberal iniciado en los años setenta, cuando el poder económico optó por la aplicación inmisericorde de las medidas dictadas por la que se conoce como Escuela de Chicago. Adalides de las mismas fueron Reagan en USA y Thatcher en el Reino Unido. Es también entonces cuando las grandes empresas descubrieron el fútbol como un gran y substancioso mercado.

Factor fundamental para tal perspectiva y desarrollo fue indudablemente la televisión, que negoció de modo desaforado los derechos de emisión, condicionando definitivamente al fútbol en todas sus vertientes. De hecho, la primera y fundamental variante de esa transformación es haber convertido a los hinchas en clientes, dado que la televisión no crea ciudadanos activos sino espectadores pasivos por los que las televisoras se pelean para presentar a las agencias de publicidad la mayor cifra de audiencia posible y lograr así una mejor y más cuantiosa contrata de anuncios. La radio, muy afectada por las transmisiones televisivas desde que estas se reparten en horas y días diversos, ha pasado a ofrecer unas crónicas falaz y grotescamente emotivas y gritonas de los partidos, torturantes incluso para quienes pretenden seguir su información.

Si el capitalismo se caracteriza por ser un gran bazar donde todo se compra y se vende, nada mejor que el escaparate del fútbol para vender en televisión mediante su recurso. En esa línea, otro factor sumamente decisivo fue la transformación de los clubes en sociedades anónimas y la reconversión de los socios en accionistas. Pasar de la compra de empresas a la compra de personas en esa escalada del fútbol como mega-negocio, lleva a considerar a los futbolistas como meros y preciados objetos de compraventa, a los que esas sociedades anónimas exprimen al máximo mediante el uso y abuso publicitario de su imagen a troche y moche. Si en el capitalismo globalizado las grandes potencias saquean los recursos de los países pobres -apunta Pascual Serrano en el prefacio-, lo mismo ocurre en el fútbol, entendiendo por recursos a los jugadores: los grandes clubes del primer mundo vacían a los de América Latina de sus mejores futbolistas.

La siguiente fase del mega-negocio no podía ser otra que la de la corrupción, de la que solemos tener noticia a menudo, puesto que si todo se cifra en una compra-venta global, en ese mismo juego pueden entrar la elección de las sedes del campeonato mundial, el nombramiento de altos cargos en las federaciones internacionales, la compra de partidos, árbitros y apuestas, o los grandes negocios de los políticos con los clubes, a base del negocio inmobiliario y con la construcción de nuevos estadios, por ejemplo. Según subrayan Ángel Cappa y María Cappa, todo eso introdujo en el fútbol su fórmula empresarial para desvirtuarlo y convertirlo en una mercancía de gran rentabilidad:

«A medida que íbamos consultando documentos, comprobando evidencias y comparando valores de un antes y un después -escriben-, advertimos las consecuencias altamente negativas que esta intromisión del dinero a gran escala produjo en el juego, en los jugadores y en el público. En definitiva, que también nos roban el fútbol. No hemos descubierto nada que no se sepa, seguramente, pero hemos reunido todos los datos que consideramos importantes y así ponerle nombre a lo que nos destruye, como decía Vázquez Montalbán, para que eso nos ayude a defendernos».

Ciertamente, el libro no podía quedarse solamente en la denuncia de lo hasta aquí glosado. No todo está perdido, según los autores, si se cree que otro fútbol es posible y se hace lo posible para que así sea, como podemos leer en el último capítulo. Se trata de devolver a ese deporte su esencia como juego y su naturaleza popular, aquello que le daba, en palabras del inolvidable Eduardo Galeano, su condición de fiesta de los ojos. Es a lo que obliga también la hermosa dedicatoria que Ángel Cappa firma en la primera página:

«A ese pibe atorrante que en cualquier suburbio del mundo gambetea la pobreza y la tristeza con una pelota cualquiera, que juega sin saber que baila la danza del fútbol. A ese pibe que desde su alegre rebeldía se permite, como si tal cosa, desafiar el destino que le impusieron, el de ser para otros; que con esa pelota cualquiera vive la libertad que le niegan, siente la belleza que le esconden y se alimenta de utopías que va fabricando su ilusión. A ese pibe que, sin saberlo, guarda la esperanza de un fútbol mejor y, tal vez, de una sociedad mejor, si consigue esquivar los manotazos del orden establecido. A ese pibe le dedico la parte de este libro que le corresponde».