La «trumpización» de los demócratas

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

18 dic 2016 . Actualizado a las 10:31 h.

Barack Obama habló el viernes por extenso de la posibilidad de que Rusia haya «interferido» en las elecciones norteamericanas para favorecer a Donald Trump. No llegó a decir que Trump le debiese su victoria a Putin; de hecho aclaró que no se había manipulado la votación en sí. Pero ese fragmento de su discurso se perdió en la mayor parte de los resúmenes de prensa, y es difícil evitar la sospecha de que lo que se pretendía era dar un titular que arrojase sospechas sobre el veredicto de las urnas.

Resulta que mañana se reúnen los miembros del Colegio Electoral que deberán elegir al presidente del país. Se supone que tienen que votar por el ganador de las elecciones en su estado, pero esto no es obligatorio legalmente y hay una campaña en marcha por parte de los partidarios de Hillary Clinton para pedir que la voten a ella en vez de a Trump. Obama, al agitar el espinoso asunto del espionaje ruso a setenta y dos horas de la votación del Colegio Electoral, sabe que juega con fuego. Si hubiese un movimiento extraño en la votación (muy improbable, pero no imposible), muchos se lo atribuirían a ese discurso del viernes.

Lo cierto es que, de momento, todo el asunto se sostiene en insinuaciones. La CIA ha hecho saber a la prensa que «está convencida» de que Rusia hackeó los ordenadores del partido demócrata para extraer información comprometedora para Hillary Clinton. Es posible, pero no se ha presentado ninguna prueba. Wikileaks, que fue quien publicó esos documentos robados, asegura que ni siquiera hubo hackeo sino que la información se la entregó en mano un miembro del equipo de Hillary a uno de sus colaboradores, el antiguo embajador británico Craig Murray. Puede que Wikileaks mienta o que hayan sido engañados por los rusos, pero la CIA debería hacer públicas sus pesquisas cuanto antes para desmentirles.

Por otra parte, nadie niega la veracidad de los documentos robados, que revelaban que el partido demócrata habría favorecido torticeramente a Hillary durante las primarias frente a Sanders. Se detallaban además posibles prácticas corruptas en la Fundación Clinton. De modo que lo que vienen a decir Hillary y sus partidarios es que, de haber podido mantener engañados a sus electores, habrían ganado. No es la mejor de las defensas.

Lo que sí parece cada vez más claro es que vamos a ver por parte de los demócratas una actitud simétrica a la que tuvieron los republicanos con Obama. Durante su presidencia no solo rechazaban sus políticas sino que incluso le negaban el derecho a gobernar. Ahora el partido demócrata, que no logra superar el trauma de la derrota, hace exactamente lo mismo; como si se hubiese trumpizado.