Carta abierta a mis amigos los alemanes

OPINIÓN

22 dic 2016 . Actualizado a las 08:33 h.

Queridos compatriotas europeos: es tan sincera la admiración que os profeso que no necesito adularos ni ocultar vuestros defectos. En el bien y en el mal fuisteis campeones del mundo. Y por eso espero que esta reflexión sobre el terrorismo, hecha con la distancia necesaria para que los árboles no oculten el bosque, os pueda ayudar a sobrellevar el dolor del último atentado y a sacar de él prudentes lecciones.

Aunque todos tenemos la tentación de apoyar las condenas en la simbología barata, afirmando que es el Estado Islámico el que atenta contra nuestro modelo de vida y contra las esencias que encierra la Navidad, yo prefiero destacar que la masacre de la Breitscheidplatz se produjo al lado de una iglesia, la Kaiser Wilhelm Gedächtniskirche, cuyas ruinas dan testimonio del horror de la guerra y de la ventura de la paz. Se trata de una vecindad que -sea casual o programado- es muy importante, ya que esas imponentes ruinas no claman contra el enemigo exterior de Alemania, de Europa o de la Cristiandad, sino contra la descomposición del orden político interno, contra el genocidio incrustado en el pensamiento onfálico de Europa, contra el nacionalismo cainita que arrastramos desde hace siglos y que emerge -periódicamente- con la guadaña en la mano, y contra los juegos y atajos que vician la democracia y nos hacen caer en la crasa tentación de las soluciones extremas.

Por eso os quiero recordar que la Gedächtniskirche no está ahí para alertar a la sociedad europea de los leves arañazos que puede causarle el sempiterno y criminal terrorismo que altera nuestra paz, ya que, para defender nuestro paraíso europeo de sus enemigos externos se bastan nuestro interés y nuestras ganas de vivir en espacios abiertos. Pero para defendernos de nosotros mismos, de nuestros demonios históricos tan recientes y tan presentes, de las horribles carnicerías que enfrentaron a nuestros Estados y a nuestras colonias, de las ruinas de nuestra cultura, y de los enterramientos prematuros de los cien millones de cristianos que hemos masacrado en los conflictos del siglo XX, hace falta mirar todos los días, meditando en conciencia, a la desgarradora silueta de la Gedächtniskirche.

Hoy, al contrario de lo que sucedió en otras épocas, sois el núcleo germinador de una gran Europa pacífica y democrática. Y por eso quiero recordaros que el verdadero peligro de la UE nunca vino de fuera, sino de dentro, y que son más espeluznantes los coqueteos y desvaríos que claman por la extrema derecha, por las fronteras y por la religión verdadera. que los zarpazos que puedan darnos unos asesinos que, por más que nos hagan sufrir, nunca podrán echarle un pulso a una Europa sana, libre y con deseos de vivir. La vieja Europa solo está amenazada por sus populismos y sus nacionalismos. Todo lo demás fueron débiles arañazos.