Podemos, amor y guillotina

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 dic 2016 . Actualizado a las 08:57 h.

El portavoz parlamentario de un partido político, regional o estatal, no es un cargo vitalicio. Ni siquiera está designado para toda la legislatura. Se le nombra cuando esta comienza y se le cesa cuando pierde la confianza del grupo. Hasta ahí, nada censurable, por tanto, en el cese del portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, José Manuel López: como diría un pasaje religioso, el partido se lo dio, el partido se lo quitó, bendito sea el partido. El señor López tampoco es un político que mueva masas fuera de la Comunidad de Madrid.

Ocurre, sin embargo, que este diputado pertenece al sector errejonista y fue cesado casi inmediatamente después de que su líder Errejón fuese derrotado por la mínima en la votación entre seguidores de Podemos. La pequeña diferencia con Pablo Iglesias hizo que su posición política lograse un respaldo que se tradujo en su fortalecimiento como líder alternativo. El propio Iglesias se vio obligado a moderar su discurso y al comparecer ante la prensa, parecía un hombre del PP hablando de diálogo y entendimiento con los disidentes. Su nuevo compromiso era integrarlos en la nueva dirección que salga de Vistalegre 2.

Hago este relato para llegar a la conclusión de que hubo una relación directa entre hechos y efectos: el sector pablista solo ha tardado horas en aplicar su venganza. Había que castigar al errejonismo y arrebatarle poder institucional. Por si hubiera alguna duda de la intención, ese mismo sector le negó a Íñigo Errejón el derecho a quejarse y comenzó una campaña contra él en las redes sociales que parecía un grito de manifestación: «#IñigoAsíNo». Pablo Echenique, secretario de Organización, aplicó la cuchilla dialéctica del escarmiento y calificó el cese como «un toque de atención». Un sector aplica la guillotina, y el malo es el guillotinado. Es evidente que se trata de una fase más de la confrontación partidista que borra las dudas sobre un montaje artificial de la controversia. Está claro que está abierta una dura lucha por el poder. Y parece obvio que se trata de demostrar quién tiene la autoridad, aunque sea haciendo sangre de entrañables compañeros.

Se ha terminado, pues, la historia de amor tan invocada por Pablo Iglesias en sus escritos. Al disidente se le silencia por la fuerza o con campañas, como se hace en los regímenes a los que gentes de Podemos asesoraron en el pasado. Hablan mucho de democracia interna, pero ya vemos cuál es su forma de entenderla. El caso del señor López y la ceremonia que le siguió puede pasar a la pequeña historia de ese partido como la primera purga, solo por pertenecer al grupo que se atrevió a discrepar de la doctrina dominante. Inquietante indicio para cuando alcancen el poder.