Erdogan recoge tempestades

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

03 ene 2017 . Actualizado a las 09:20 h.

Para entender por qué el Estado Islámico ha convertido a Turquía en un objetivo preferente de sus atentados es importante desentrañar la complicada relación que Ankara ha mantenido con la guerra civil siria a lo largo de todos estos años. Turquía fue uno de los primeros países en ponerse del lado de la revuelta contra Bachar el Asad cuando esta comenzó en 2011. Por una parte, el Gobierno islamista moderado turco entendió mucho antes que Occidente que el islam, y no la democracia laica, iba a ser el motor de la insurrección. Pero también había un cálculo arriesgado de su presidente, Recep Tayipp Erdogan, siempre visionario y temerario: si Asad caía, Turquía podría convertirse en el protector de la nueva Siria y en un poder clave en Oriente Medio, quizás incluso podría hacerse con una franja de seguridad en el norte del país para liquidar el secesionismo kurdo.

El hecho es que Turquía abrió sus fronteras al flujo de armas y voluntarios que han nutrido las filas de la oposición siria. Cuando el relativamente moderado Ejército Sirio Libre se desintegró en una constelación de bandas indisciplinadas e ineficaces, no tuvo problema en apoyar a organizaciones abiertamente yihadistas como Ahrar al-Shams o a la franquicia de Al Qaida en Siria, de la que surgió el Estado Islámico. Con este grupo, el Gobierno de Ankara mantenía hasta hace poco, si no una alianza, al menos un entendimiento tácito. Era a través de Turquía que el Estado Islámico vendía su petróleo y, aunque el grupo atentaba en suelo turco ya en el año 2015, lo hacía contra activistas de izquierda y kurdos que Erdogan también consideraba como sus enemigos.

Pero las cosas cambiaron en 2015 cuando Rusia se implicó a fondo en el conflicto sirio, acabando con las esperanzas de una victoria de la oposición. Al mismo tiempo, Estados Unidos pasó a apostar abiertamente por las milicias kurdas como su aliado predilecto en la guerra civil siria, en contra de los intereses turcos. Ankara se sintió todavía más aislada tras el intento de golpe de estado del pasado verano, en el que Erdogan se ha empeñado en ver la mano de la Casa Blanca.

En el otoño, Turquía ya se desentendió de la suerte del Alepo este rebelde durante la ofensiva gubernamental. Y ahora se ha avenido a pactar con Rusia una salida negociada al conflicto de la que la tregua actual es el primer paso.

La venganza del Estado Islámico contra Turquía por este brusco cambio de bando era previsible. Es un caso clásico de siembra de tormentas y recogida de tempestades. La cosa es especialmente preocupante porque se sabe que el Estado Islámico ha ido creando una red clandestina en suelo turco. Desgraciadamente, todo apunta a que la sangre con la que se ha bautizado el año nuevo en Estambul es, además de una tragedia, un pronóstico de algo peor.