La savia femenina

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

11 ene 2017 . Actualizado a las 09:11 h.

Dolors Montserrat agitó el mundo de las pensiones con sus ideas sobre el copago farmacéutico. Dividió a la sociedad entre populistas que opinan que los ricos no deben tener ni Seguridad Social, los que consideran un insulto que el incierto futuro de las pensiones se alivie a costa de las medicinas y los que piensan que no se debe jugar con algo tan sensible antes de tener las ideas claras. Dolores de Cospedal se reunió con las familias de las víctimas del Yak-42 e hizo lo contrario que los portavoces de su partido: asumió el dictamen del Consejo de Estado, con lo cual asume que su ministerio tuvo responsabilidad en el accidente. Soraya Sáenz de Santamaría se fue otra vez a Barcelona e hizo lo que antes ni se le pasaba por la cabeza a ningún gobernante estatal del PP: volver a reunirse con Oriol Junqueras, que no siente la menor simpatía -aunque sí necesidad económica- por sentirse parte de la nación española. Y Cristina Cifuentes encabeza la iniciativa política más sugestiva: al grito de «un militante, un voto» propone que el presidente del Partido Popular sea elegido por toda la militancia, sin papel alguno de los compromisarios. Toda una herejía para un partido que ridiculizó el sistema de primarias del Partido Socialista.

El detalle es que todas ellas son mujeres; damas de alta política, con elevadas responsabilidades en el partido gobernante y en el Gobierno mismo. Se les podría llamar «las chicas de Rajoy», como en su tiempo se habló de «las chicas de Hermida». Y están siendo la revolución en el estilo, la actuación pública y los modos de comunicación. Se podrá estar de acuerdo o discrepar de sus acciones, pero en poco más de veinticuatro horas han protagonizado la vida política de este país y se han convertido en sus referentes fundamentales. No quiero ofender con ninguna comparación, pero todas ellas y otras muchas que rodean a Rajoy, desde Ana Pastor a Carmen Martínez de Castro, demuestran una realidad: el discurso de los varones políticos, singularmente en el Partido Popular que reside en la calle Génova de Madrid, está siendo cansino, timorato, cobardón en las propuestas, reverencial y oficialista. El discurso de las damas es rompedor, echao palante, menos respetuoso con los tópicos, más atractivo para la crónica periodística y para muchos también resulta más ético.

Supongo que Rajoy juega con esta imagen y tiene a los varones para la política defensiva y a las mujeres las alinea como si fuesen el tridente de los equipos de fútbol para golear al adversario. Y ellas responden bien porque tienen más hambre de balón. Es como si necesitaran demostrar su valía. Es como si quisieran conquistar el mundo. Y, si no se equivocan mucho, lo van a conquistar.