Una de dibujos animados

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

15 ene 2017 . Actualizado a las 10:07 h.

Uno de los más graves problemas de los politólogos es que no ven dibujos animados. Si en lugar de consumir elevadas dosis de tertulias e informativos se sentasen un momento a ver Hora de aventuras, tal vez entenderían mejor las cosas. Porque la realidad se parece mucho más a Historias corrientes que a una sesión de control en el Congreso de los Diputados.

Quienes todavía somos lo suficientemente ingenuos como para ver el mundo a través de Boing y no de la CNN, descubrimos que los dibujos -como las sátiras de los antiguos- lo ponen todo patas arriba. El que más manda a este lado del espejo, el macho alfa de toda la vida, en el reino de la animación se caricaturiza como el mayor idiota de nuestro tiempo. Homer Simpson y Hiroshi Nohara, el padre de Shin Chan, fueron los pioneros de una estirpe de zascandiles cerveceros a la que se sumaron con entusiasmo Peter Griffin (Padre de familia), el señor Pig (Peppa Pig) y Richard Waterson, el papá de la prole iconoclasta de El asombroso mundo de Gumball.

Desde su paso por The Apprentice, se ha hablado mucho de que Trump es un producto televisivo. Dicen que lo suyo es un reality. Lo malo es que el reality se ha salido de madre y ahora se va a emitir desde el despacho oval. Pero Trump no es un personaje televisivo sin más. Es la culminación de todo un género. De una saga de grandes maestros de la simpleza y la onomatopeya que recorre la historia de los dibujos animados desde Homer Simpson y Hiroshi Noara a Peter Griffin.

Aunque a mí Donald Trump me recuerda sobre todo a Richard Waterson, el padre de Gumball. Hay un episodio dramático y fabuloso, titulado The Job, en el que Richard encuentra trabajo como pizzero. Waterson, que jamás había pegado golpe en su vida, de pronto se pone a recorrer Elmore a lomos de una moto repartiendo pizzas. Y sucede lo inevitable: el universo empieza a descoyuntarse. Menos mal que en el último instante, cuando el tejido espacio-temporal se está rasgando y El asombroso mundo de Gumball parece un lienzo cubista, descubren que Richard se había zampado un pedazo de pizza. Su jefe lo despide y los átomos vuelven a su sitio.

Ahora solo nos queda sentarnos a ver cómo implosiona el universo. Porque Donald Trump ha encontrado trabajo. Y no precisamente de pizzero.