Carta a los Reyes Magos

OPINIÓN

17 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Queridos Reyes Magos:

En realidad no quería escribir la carta. Soy ya muy mayor. Creo en pocas cosas. Me cuesta ser ingenuo e inocente. Qué más quisiera. El tiempo y sus anexos nos hacen más graníticos, más sosos, más insensibles. Menos niños.

¡Qué pena dejar de ser niños! ¡Qué pena no tener ilusiones! ¡Qué triste vivir en el mundo del iluso!

No pegues con tus cariñosos reproches. En el fondo, los mayores somos buenos. No hacemos mal a nadie. Procuramos evitar echar zancadillas al prójimo. Dar espinillas por lo bajo.

Si es caso, a quienes hacemos mal es a nosotros mismos, cuando damos al botón de la tristeza y nos enfundamos en la trenca de la melancolía y el abandono, el cerrarnos en nuestros pensamientos y preocupaciones que se pierden en el rincón de los recuerdos.

Recordar para no vivir es, a veces, lo que hacemos a cierta edad y en determinadas circunstancias.

Pero, yo, Majestades, no pertenezco a ese tipo de personas, que las hay y más de lo que pensáis. Yo, me siento libre aunque atenazado un poco por las circunstancias del DNI y de tantas vivencias con signos distintos llevadas al álbum de la memoria.

Yo, no soy de esos. Por eso doy un paso adelante: Boli en ristre y papel en mano, me postro ante vuestro trono con las flores de mis súplicas y las espinas de tantos males y preocupaciones como azotan a los humanos, cada vez más atrapados por esa niebla anticiclónica que conforman los egoísmos, las envidias, los odios, la explotación cada vez más despiadada del propio hombre a su semejante.

Qué pena contemplar el horizonte liso y llano de ilusiones. Parece como si el retrovisor nos llevara al pasado en salto mágico y se proyectara en el plasma del futuro.

Majestades: no quiero, hoy, ser pesimista y, menos aún, derrotista. Deseo vivamente estar apoyado en un realismo ilusionante, cargado de optimismo. Y, apoyado en esas dos coordenadas: ilusión y optimismo, os traigo mis regalos para que, cuando la tarde se haga noche y el neón de la ciudad ponga una nota de luz en la ciudad o en la aldea más remota, subáis por las escaleras trepadoras, os acerquéis a los balcones y no os detengáis en comprobar si escribieron o no su carta, en si han puesto o no el zapato o la bota. Fijaros que ahí habita un ser humano necesitado de cariño, de mimos, de levantar el ánimo, y dejad a cada uno el regalo que, como MAGOS, hará más ilusión a cada uno. Hará, al menos por un día, feliz a la HUMANIDAD.