¡Volvamos al origen!

OPINIÓN

25 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si en otros países europeos el paso que separa las organizaciones sindicales fundadas por una clase obrera combativa de los sindicatos actuales completamente integrados y transformados en un mecanismo más del aparato de estado, llevó décadas en darse, en nuestro país bastó únicamente con un poco más de una.

Es en el periodo que iba a ser marcado por la llamada Concertación Social (80-95)  que se firmó el Acuerdo Nacional sobre Formación Profesional entre Gobierno, UGT, CCOO y la patronal, acuerdo revisado todos los cuatro años hasta 2003, año en el que, por decreto, pasó a ser permanente.

La tercera semana de enero de 2017 quedará en la memoria de todos los militantes sindicalistas honestos y sinceros, sea cual sea el sindicato en el que estén afiliados, como aquella en la que nos hiela el frío siberiano que se abatió sobre nosotros, pero también en la que estalló de forma contundente, en Asturias, el fraude relacionado con los cursos de formación y del cual, supuestamente, es partícipe la cúpula de UGT.

Si digo que la cúpula de la UGT es supuestamente partícipe, a pesar de los muchos indicios que hace sospechar a la justicia, y desde hace mucho tiempo, que la cúpula del sindicato utiliza las subvenciones destinadas a los cursos de formación a otros efectos, no es únicamente por respeto a la presunción de inocencia, que también, pero porque en estos últimos tiempos, miembros de la cúpula sindical, están demandando sin criterio a todo aquel que no tenga la misma concepción del sindicalismo que ellos y tenga la «desfachatez» de criticarlos.

Pueden poner el grito en el cielo en cuanto a la redada llevada a cabo por la guardia civil en su sede y el arresto de seis miembros del sindicato. Hasta cierto punto comparto su indignación. Pueden pensar y clamar que el circo mediático ocasionado por esa redada sirva para tapar el caso Gürtel, pueden, pero no cabe la menor duda, por mucho que digan, que el primer y único responsable de esta situación es la cúpula sindical, o más bien, como decía en el comienzo del artículo, el deseo imperioso de ésta en ser una institución de Estado reconocida.

¿Qué pensaban, qué por estar también involucrada en los cursos de formación y siendo también destinataria de las subvenciones públicas, la patronal iba a sacarles las castañas del fuego? La patronal solo tiene amigos cuando le interesa y en este caso, como en muchos otros, solo le interesa llenar sus arcas.

Si hacemos caso a lo que se viene diciendo, la patronal y los sindicatos mayoritarios tenían un trato preferente a la hora de acceder a los fondos destinados para la formación y las cifras barajadas en este asunto no son irrelevantes, se habla de millones de euros.     

La formación profesional debe depender, como el conjunto de la actividad educativa, del ámbito público, es decir del Ministerio de Educación. Si la patronal deseara dedicarse a impartir cursos de formación profesional, que lo haga, eso sí, con sus propios fondos y no con fondos públicos.

En lo que se trata de los sindicatos, su labor no es de impartir cursos de formación o de negociar eres, sino el de promover la lucha entre los trabajadores para impedir la supresión continua de puestos de trabajo, un día sí otro también.

Qué lejos nos encontramos de los sindicatos creados por el movimiento obrero en el siglo XIX, imponiéndose como objetivo inculcar al máximo de trabajadores la necesidad de organizarse para defender sus derechos frente a los capitalistas ? que ya entonces buscaban continuamente mayores beneficios reduciendo el nivel de vida de dichos trabajadores al mínimo vital ? y convencerles de la necesidad de acabar con la explotación acabando con el capitalismo.

No nos queda otra, tendremos que apoderarnos de nuevo de nuestros sindicatos y eso pasa por acabar de una vez por todas con esos burócratas, funcionarios del sindicalismo, que salvaguardan sus puestos apoyándose en un sistema clientelar en el que la defensa de los intereses de las trabajadoras y trabajadores pasan después.