La suma de dos soledades

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

28 ene 2017 . Actualizado a las 10:28 h.

La comparación era inevitable, pero la propia Theresa May se encargó de verbalizarla antes de su encuentro de ayer con Donald Trump: mencionó la relación entre Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que llegó a ser la de una «pareja de hecho», al menos en lo político.

Quizás, como sucede con todos los remakes de películas de los 80, la versión moderna resulta más agresiva y más explícita. May es más contenida de lo que fue la Dama de Hierro, pero ahora mismo cabalga un tigre, el brexit, que Thatcher no podía ni soñar. A Reagan le gustaba provocar, pero sus salidas de tono las suavizaba con sentido del humor y un cierto encanto personal, mientras que Trump es un kamikaze del Twitter. Thatcher era una ideóloga, May una fontanera del poder. Reagan era un actor, Trump un personaje. Si hay química entre la hija del vicario de Church Enstone y el especulador inmobiliario de Queens, no será aquella química de entonces.

De hecho, no deja de ser curioso que aquellas ideas en las que más coinciden May y Trump, tales como la recuperación del control de las fronteras y un nuevo nacionalismo económico van en contra del mundo globalizado que fue la herencia económica de Reagan y Thatcher, los padres de aquel big bang que desregularizó los mercados.

También habrá obstáculos. Para May lo fundamental es conseguir un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos que demuestre que hay vida después del brexit. Pero Trump es ante todo un negociador, y no será fácil armonizar las regulaciones financieras de los dos países ni tampoco las exportaciones agrícolas. El calendario complica las cosas. El acuerdo no se podrá ultimar hasta que Gran Bretaña haya salido de la Unión Europea de forma efectiva. Y eso puede retrasarse hasta 2019. De momento, May tendrá que conformarse con las promesas de un hombre notorio por sus arrebatos y cambios de opinión.

La diferencias son mayores en política exterior. La referencia de May a Reagan fue, de hecho, para marcar distancias con Trump en el llamado dosier Putin, recordándole que Ronald desconfiaba instintivamente de Moscú. Trump ha hablado con abierto desprecio de la OTAN, mientras que para May esta es la garantía de la seguridad del Reino Unido.

Se encontrará una solución, aunque sea de conveniencia. La «relación especial», como se la llama en Londres y Washington, existe, y es algo que va más allá de los lazos históricos: los norteamericanos son los principales inversores en Gran Bretaña y el volumen del comercio entre los dos asciende a 178.000 millones de dólares.

Pero hay otra fuerza aún mayor que les empuja a cooperar. Tanto Trump como May se ven aislados dentro de sus propio sistema político, lo mismo que sus países están abocados a un cierto grado de aislamiento en la esfera internacional. Para May, Estados Unidos es una garantía frente a la venganza económica de Europa; para Trump, la amistad de Gran Bretaña es como contar con el respaldo, para él suficiente, de la cultura anglosajona. Lo que les une, en definitiva, es la soledad.