El final del «partido del amor»

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

09 feb 2017 . Actualizado a las 08:16 h.

El partido Podemos hizo coincidir su Asamblea Ciudadana con el Congreso del PP con una finalidad: presentarse como la alternativa y competir directamente con el poder. Quizá no lo consiga, pero de momento ha logrado un éxito: se habla mucho más de su asamblea que del congreso popular. Aunque sea por razones tan negativas como la confrontación entre sus mayores líderes, da la impresión de que solo Podemos se reúne. Lo del PP es como una tertulia de trámite, sin más suspense que la continuidad de Cospedal ni más interés que el volumen de los aplausos a Rajoy.

Así que el cronista sigue la corriente y dice: hay que ver lo rápido que un partido joven y renovador cayó en el pecado de la confrontación y la lucha por el poder. Hay que ver qué pronto se reproduce la historia de la ruptura entre los números uno y dos de una fuerza política. Ocurrió entre Suárez y Abril Martorell. Se repitió entre Felipe González y Alfonso Guerra. Se volvió a repetir entre Aznar y Álvarez Cascos. Y con Fraga y Jorge Verstrynge, ahora en las antípodas del PP. Motivos de ruptura distintos, pero el mismo resultado. Solo Rodríguez Zapatero y Rajoy mantuvieron la confianza en sus segundos, tanto en el partido como en el Gobierno.

Podemos, por tanto, hereda lo que ya parece una tradición. Y que los militantes y simpatizantes no se hagan muchas ilusiones: gane la tesis que gane en las votaciones que ya se están celebrando, ya nada será igual. El «partido del amor» habrá perdido jirones de afectos en esta última parte del camino. Entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón se habrá trazado una barrera de difícil superación. Los cargos intermedios se están alineando en torno a uno u otro personaje, como si fuesen formaciones políticas distintas. Los mensajes que ambos o sus simpatizantes se están enviando a través de las redes sociales contienen ofensas e incluso menosprecios, aunque vayan envueltos en el celofán de las buenas palabras. Y quieran o no, de Vistalegre saldrá un vencedor y un vencido, porque así se planteó la batalla en su fase final.

Y no es lo mismo que gane Iglesias o Errejón. Iglesias está mostrando una voluntad de dominio absoluto. No quiere familias ni tendencias internas. Reclama el privilegio exclusivo de las consultas a la militancia, lo que hizo que el líder en la Comunidad Valenciana comparase esa actitud con la de Sadam Huseín, Hitler o Franco, lo más denigrante que se ha puesto en un vídeo. Errejón presenta un perfil más abierto, al menos en apariencia. Está ganando fama de inteligente. ¿Y qué ocurre con las comparaciones en política? Que suscitan celos y enfrentamientos personales. Así llegan a su Asamblea Ciudadana. Veremos muchas fotos de abrazos, pero terminarán mal.