La señora Paca y la «inquisición gay»

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

03 mar 2017 . Actualizado a las 09:30 h.

Uno de mis nebulosos recuerdos de infancia es el de una señora de cuyo nombre no quiero acordarme. Pongamos, para no identificarla, que se llamaba Francisca, la señora Paca. Los niños de entonces la descubrimos orinando de pie frente a la pared de su huerta un atardecer de verano. No hace falta decir que en aquellos tiempos no había cuartos de baño en el rural de Lugo. Cuando tratábamos de desentrañar los secretos del sexo y lo más que sabíamos era que «a boa moza donde mexa fai unha poza», la forma de orinar de la señora Paca fue para nosotros un gran jolgorio. Aquellos niños lo mantuvimos en secreto, pero todos los atardeceres nos escondíamos para ver las masculinas artes de hacer aguas de la señora Paca. 

He pensado muchas veces en ella. Se murió con su misterio, pero siempre sospeché que Francisca era transexual. E imaginé lo que habrá sufrido toda su vida, sin poder contar su secreto ni podérselo explicar a sí misma. Lo imaginé en los últimos tiempos al leer las actividades de la asociación Arelas y las historias de niños transexuales que publicó La Voz de Galicia. Sobre todo, la de Pablo, autorizado por una juez de A Coruña a inscribirse en el Registro con identidad de género distinta. A Pablo lo salvaron sus padres, que lo comprendieron, lo salvó la apertura cultural y lo salvó la pérdida del miedo ante los comportamientos sexuales. Niñas y niños como Pablo representan una gran victoria: la victoria de la libertad.

Ahora asistimos a un episodio grotesco que quiere volver a los tiempos negros de la señora Paca. Como sabe todo el mundo, la asociación Hazte Oír, que defiende conceptos tan altos como «la dignidad, los derechos de la persona y de la familia y el valor de la vida», sacó a la calle un autobús que lleva escrita esta condena: «Si naces hombre eres hombre, si eres mujer seguirás siéndolo». Un juez ordenó que el autobús no circule mientras no retire ese mensaje, Hazte Oír lo atribuye a «la inquisición gay imperante» y se abrió un debate sobre la libertad de expresión, los derechos de los niños transexuales y las nuevas fobias que sufre nuestra sociedad.

Yo no voy a entrar en el fondo jurídico ni médico de ese debate, que sería interminable. Solo quiero imaginar la vida de sufrimiento de mi señora Paca. Solo quiero recordar los casos de niños que ha contado este diario. Solo quiero pensar en la liberación que supone el cambio de identidad sexual de una persona cuando su cuerpo o su mente lo reclaman. Y sólo aspiro a plantear a Hazte Oír y a quienes piensan como ellos qué alternativa ofrecen, porque solo hay dos: o Pablo o la señora Paca; o el sufrimiento para toda la vida o la liberación. No estamos en la Edad Media. No nos obliguen a elegir.