La política de la nostalgia

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

11 mar 2017 . Actualizado a las 10:15 h.

El chaebol, el conglomerado empresarial familiar, es el modelo en el que se sustenta el poderío económico de Corea del Sur. Desgraciadamente, también ha sido una constante fuente de corrupción que se ha ido cobrando víctimas políticas en la cima del poder. Ha llevado a la cárcel a dos presidentes, Chun Doo-hwan y Roh Tae-woo. Acabó con la vida de otro, Roh Moo-hyun, que se suicidó en el 2009 atormentado, no está claro si por la injusticia o la culpa. Más recientemente, en el 2015, la corrupción se llevó por delante al primer ministro Lee Wan-koo.

En ese sentido, la destitución el viernes de la presidenta Park Geun-hye no sería más que otro episodio de una larga serie. Se podría decir incluso que demuestra que la Justicia surcoreana funciona bien. Pero no sería del todo verdad. A diferencia de su vecino del norte, Corea del Sur es sin duda una democracia; pero el entramado del poder es allí tan denso que las acusaciones de corrupción, aunque sean ciertas, funcionan como un mecanismo de renovación política. Salvando las distancias -que son muchas- cumple una función parecida a la de la purga política en Corea del Norte.

En todo caso, la caída de la presidenta Park Geun-hye no es un caso de corrupción más. Elegida en el 2012 con el mejor resultado electoral de la historia democrática coreana, ella encarnaba una parte fundamental de la historia del país. Se había criado en la Casa Azul, la residencia oficial de los presidentes surcoreanos, porque su padre, el autoritario general Park Chung-hee, había ocupado el puesto durante dieciséis años. Su ascenso al poder fue en gran medida el producto de la política de la nostalgia y el respeto. Muchos votantes la querían porque era el vivo retrato de su madre, asesinada en un atentado, y porque su padre, asesinado más adelante también, había sido el artífice del Milagro del Río Han, el despegue económico del país. Porque lo suyo era también, en cierto modo, un chaebol, una empresa familiar, aunque ella supo reforzar esa popularidad melancólica con un matrimonio místico con el Estado: no se casó nunca y aseguraba que Isabel I de Inglaterra, la «Reina virgen», era su modelo. 

Desgraciadamente, la presidenta también heredó otras dos cosas de su padre: el autoritarismo y la mala influencia de otra familia, de otro chaebol político, los Choi.

Choi Tae-min, el inquietante líder de una secta, había sido ya una mala influencia para su padre el general y lo fue también para Park Geun-hye, a la que convenció de que en sueños podía ver a su madre asesinada. Cuando murió el chamán, su hija heredó el puesto de consejera de la presidenta. Son sus manejos los que han acabado con la carrera de Park Geun-hye. Muchos dicen que con su marcha, ahora, se cierra una larga etapa en la política surcoreana y que las cosas van a cambiar. Eso es lo que habrá que ver.