Histórico

OPINIÓN

16 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Día histórico. No día grande ni pequeño. ¡Día histórico!

Porque, eso, eso es otra cosa. Días grandes, días chicos puede haber muchos y variados. Un club más que centenario a lo largo de su larga Historia, puede haber tenido grandes días, días de gloria, todo tipo de trofeos, ligas y copas.

Pero día histórico, será para el club blaugrana el 8 de marzo de 2017, «Día internacional de la mujer trabajadora». La razón, es hoy muy sencilla: En la larga historia de la Champions, máximo evento futbolístico del mundo, nunca se había remontado un 4-0 en contra.

La gesta, esto es lo que constituye en un día histórico, es que cuando se acariciaba la remontada: 3-0, y quedaba la friolera de 40 minutos, el PSG echa un jarro de agua fría sobre el césped del Camp Nou o Nou Camp (tanto da, tanto monta)  y 3-1 fija el tablero electrónico.

La hazaña parecía de otra galaxia y, ahí, en ese preciso momento, se desatan todos los astros, se confabulan todos los espíritus a su favor y, en apenas 10 + 5 minutos (era el minuto 80, más 5 de añadido por gajes del juego), llega el 4-1 Y al poco, 5-1 y, ya cuando la guillotina del reloj con segundos de caída, aparece un Neymar genial, bombea el esférico desde el punto de saque (casi 40 metros de la portería enemiga) y, aparece la milagrosa bota de Sergi Roberto depositando limpiamente el balón en el fondo de las mallas. La remontada ya era rematada y el día había pasado a las 22:45 horas a la Historia del Club como día HISTÓRICO.

Todos, tenemos dos días históricos en nuestras vidas: el que venimos al mundo y el del adiós.

Entre ambas fronteras, que no están en nuestras manos, podemos vivir días grandes, días chicos. Todo, ¿todo, está en nuestras manos?

Nuestro trayecto, camino más largo o más corto, puede estar tachonado de puntos álgidos y de ínfimos puntos. En nosotros está el colaborar para el desarrollo de unos o de otros.

Eso, es la vida, una tensión constante y continua, un caminar sin prisas nuestro camino.

No podemos dejar depender, como algunos madridistas forofos, del azar del árbitro. En nuestro caso, del DESTINO.