Lección magistral en el final de ETA

OPINIÓN

18 mar 2017 . Actualizado a las 09:26 h.

Durante cuatro décadas hemos leído -y sufrido- miles de enjundiosos artículos y declaraciones cuya base argumental era que el intento de acabar con el terrorismo mediante la acción policial y judicial era una utopía y un grave error, y que un diálogo político -con implicación del Estado, los terroristas, las instituciones vascas y algunos mediadores internacionales- sería, a la postre, inevitable. A partir de este razonamiento también tuvimos que soportar una serie de estupideces que ahora reverdecen como las malas hierbas, y que querían convencernos de que el Gobierno carecía de iniciativa, y que su parálisis política proporcionaba a ETA manadas de terroristas e innúmeras adhesiones.

Para que nada me quede en el tintero, debo reconocer que yo mismo caí en algunas argumentaciones similares -aunque más sutiles y defendibles- a las ya expresadas, cuando me mostré contrario a las modificaciones legales que, formuladas al borde de la inconstitucionalidad, hicieron posibles las ilegalizaciones de partidos y organizaciones terroristas o filoterroristas, algunos cierres de periódicos y publicaciones, y el encarcelamiento de líderes que hacían compatibles sus sillones institucionales con los tugurios de la banda y con la apología del terror que proliferaba en mítines, manifestaciones, funerales, libelos y herriko tabernas.

Al final -mientras ETA anuncia su confusa entrega de armas- tenemos obligación de proclamar que aquellos enjundiosos análisis, y todos los escrúpulos que tuvimos frente a las modificaciones legislativas, eran silogismos inocentones o condescendencias cobardes. Y que quienes acertaron de pleno, y laminaron a ETA, fueron los que, pegados a las fuerzas del orden, a los juzgados y a la ley oportunamente modificada, se negaron al chalaneo indecente disfrazado de progresista diálogo. Porque, aunque no podemos descartar que hubiese otras vías para ganar la paz, en ningún caso cabe dudar de que es el recurso a la ley, la policía y los tribunales lo que hoy nos permite decir que ETA fue derrotada y reducida a su miserable condición de banda de asesinos, y que, lejos de haber herido las garantías legales de la democracia, hemos dado una lección de apego a la unidad social y al Estado de derecho que hoy se estudia y valora en todos los sistemas democráticos.

Por eso conviene pensar si esta lección vale también para el jaleo independentista. Y si el presidente del Tribunal Constitucional, que, a cambio de pintar su jubilación con unas gotas de glamur populista, acaba de reprocharle al Gobierno su recurso a la estricta legalidad, y de arrojar serias sospechas sobre la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sobre el 9-N, no se estará apuntando también a la pura majadería, ejerciendo de charlatán y no de magistrado. Porque no hay mayor error que, en vez de leer el pasado, tratar de reinventarlo.