Los sabores del PSOE

OPINIÓN

01 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Susana Díaz cumplió su anuncio de que anunciaría su candidatura, así que ya estamos todos. La candidatura inaudible de Patxi López hizo el servicio de mostrar que no hay tercera vía, que hoy por hoy Susana Díaz y Pedro Sánchez es todo lo que hay. La ecuación de partida es sencilla: 1. el que crea que el PSOE puede ganar unas elecciones con Pedro Sánchez al frente está loco; 2. el que crea que el PSOE puede pactar un gobierno con Podemos estando Susana Díaz al frente está loco; 3. el militante que piense en llegar al poder sin Podemos no puede votar a Sánchez; 4. el militante que piense en llegar al poder sin ganar las elecciones no puede votar a Díaz; 5. el militante que no piense en el poder está fuera de sitio; el PSOE no tiene otro uso.

La presentación de Susana Díaz fue aparatosa y dejó un regusto confuso. Tras la tierra de nadie en que quedó convertido el partido con el golpe de mano contra Sánchez, la Gestora movió los tiempos con el ritmo pausado que no convenía al PSOE ni al país, pero sí a ella. La participación de Susana Díaz en los meses post electorales de tanteos e infortunios fue desabrida y bronca, fue más un vozarrón cargado de topicazos territoriales que una líder con perspectiva. La destitución de Pedro Sánchez fue de tal violencia que dejó al partido dividido y a la militancia ajena como nunca al aparato del partido. La intervención abierta e indisimulada del grupo PRISA en la maniobra añadió fealdad al cuadro. La imagen de Susana Díaz se resintió y la Gestora le dio el tiempo que necesitaba, mientras el PSOE deambulaba amnésico con un portavoz parlamentario reversible, que valía igual del derecho que del revés. La presentación fue vacía de ideas, pero buscó algo que el PSOE necesita: ánimo y autoestima, de la manera que en que el PSOE puede conseguir esas cosas, que es con expectativa de victoria. El mensaje principal de la campaña de Díaz es que ella puede ganar como ganaba antes el PSOE. La forma de visualizar esto es discutible. Tanta vieja gloria junta da más sensación de pasado que de historia. Por supuesto que el PSOE tiene historia que mostrar y de la que presumir. Pero debe reparar en dos detalles. Uno es que hay muchos excesos intolerables en la memoria del PSOE y que cada líder sacado del baúl de los recuerdos puede ser más una cicatriz que recuerde heridas que un argumento de autoridad. Y otro, que el mayor problema del PSOE es la fuerza electoral de Podemos y la tendencia de los socialistas a replicar a la presión de los morados con la reivindicación de su historia y sus históricos acaba por dar la sensación de que sólo tiene historia y de esa sensación se pasa directamente a ser historia. Es cierto que la movilización de todo el aparato a favor de Díaz puede dar esa sensación de fortaleza que añora la militancia. Pero también confirma ese punto de matonismo y brutalidad con que se apartó a Sánchez y que le dio curiosamente tanta simpatía en las bases.

El apoyo del aparato a Susana tiene un doble riesgo. El haber echado toda la pólvora por Susana Díaz hace que haya un solo resultado asimilable. No está claro qué pasaría si gana Sánchez. ¿Qué haría el grupo parlamentario? ¿Empezarían los mismos parlamentarios a decir diego donde venían diciendo digo, o dimitirían? ¿Y los barones y demás dimisionarios que hicieron de falange en el golpe contra Sánchez? Con tantas salvas por Susana Díaz el PSOE pone todos los huevos en la misma cesta. Además los fastos y aparatosidad del desembarco anunciado de Susana Díaz indican que hay temor a que pueda ganar Pedro Sánchez. En 2014, tras ganar el Madrid al Bayern uno a cero en el Bernabéu, no pensé que el favorito fuera el Madrid hasta que oí a Rummenigge decir que en el partido de vuelta en Munich se iban a quemar hasta los árboles. Eso fue lo que me hizo pensar temía al Madrid.

El otro riesgo es hacia fuera. Con el apoyo que tiene ahora Podemos, el PSOE no puede ganar unas elecciones ni estar cerca de conseguirlo. La única posibilidad que tiene de formar gobierno es ser los segundos y pactar con alguien, que aritméticamente no puede ser más que Unidos Podemos. Con Susana Díaz al frente es muy difícil un acuerdo con Podemos, con lo que no podrían llegar al gobierno más que adelantando al PP. La cuestión es que a día de hoy lo más probable es que el PSOE sea como mucho la segunda fuerza (y eso está por ver) y en ese supuesto es más fácil gobernar con Pedro Sánchez al frente que con Susana Díaz. Es, desde luego, más imaginable que gane las elecciones Susana Díaz que Sánchez, pero no olvidemos que de momento tuvo en Andalucía el resultado más bajo de toda la historia del PSOE y que las encuestas siguen bajando las expectativas.

Pedro Sánchez no es un líder, suma poco o nada a la imagen que tenga el partido por sí mismo. Pero lo que hace y dice se parece a lo que esperan los militantes, que en general se identifican poco con mantener el Gobierno al que el PSOE había manifestado más oposición y no se identifican nada con el furor con que los notables lo desalojaron. Su mejor baza es ser percibido como el líder honesto y discreto que mantiene recto el camino izquierdista e histórico del PSOE. Como en el caso de Susana Díaz, necesitará de una buena ración de amnesia en los votantes, porque su trayectoria es la quintaesencia de lo que en su arranque Podemos llamaba «casta».

Pero nadie hablará de lo que a la larga importa. Los partidos socialdemócratas se están consumiendo en un sistema que no les deja sitio y en el que, sin embargo, quieren seguir instalados haciendo cuantas contorsiones haga falta. Las tensiones del sistema apuntan (sin estar todavía ahí) hacia una sociedad en la que habrá una oligarquía de distintas procedencias, con todas las ventajas y cada vez menos obligaciones con el conjunto; una clase media, que irá perdiendo su condición de clase media porque tendrá que pagar impuestos muy altos y encima tendrá que pagar los servicios que recibe (sanidad, educación, dependencia, jubilación, …) porque estarán cada vez más privatizados o cargados de tasas; y una clase baja a la que se asistirá para que no llegue a la desesperación (no pasará hambre, pero será dependiente, no serán analfabetos pero tendrán inalcanzables la universidad y los másteres). Los partidos socialdemócratas se diluyen porque nada de esto encaja con su ideario y sus políticas se alejan cada vez más de sus palabras. Revertir estas tendencias sombrías requiere tensiones y exigencias a bancos, a la Iglesia o a grandes corporaciones. El PSOE no dio nunca muestras de firmeza cuando el mantenimiento del estado de bienestar suponía estos roces ruidosos. Pero lo cierto es que ahora la socialdemocracia cae en toda Europa y en España, por muchos fuegos artificiales que echen alrededor de Susana Díaz, la amenaza para el PSOE es evidente. Sería un consuelo percibir que los líderes socialistas entienden las grandes líneas de lo que ocurre y que tienen ideas y la sensibilidad adecuada.

Pero, como digo, nadie hablará de todo esto más que concatenando eslóganes vacíos. En el año 92, en plena campaña entre Clinton y Bush padre, algunos españoles que andábamos por allí preguntábamos a los americanos que por qué se insistía tanto en los discursos en los family values si los americanos no apoyan las leyes que protegen a la familia ni, en consecuencia, cultivan los valores familiares. «Por eso», nos decían. Todos saben que de momento el PSOE no tiene tamaño para gobernar y lo que subyace a tanta división es si, de momento, prefieren ser el socio menor del PP o el socio mayor de Podemos (o, peor aún, su socio menor). Por eso se involucran en estas primarias tan activamente La Razón o el ABC y por eso la izquierda tiene un inusitado interés por un candidato al que no piensa votar. Y por eso todos los candidatos están insistiendo en que quieren un PSOE «autónomo». Por lo mismo que los americanos insisten en los valores familiares.