Giovanni Sartori: «in memoriam»

OPINIÓN

06 abr 2017 . Actualizado a las 07:48 h.

El pasado día 4 falleció Sartori, el penúltimo referente de una generación de politólogos que lograron entender y explicar las bases y el funcionamiento de la democracia, sus condiciones estructurales y sus objetivos esenciales, y que ahora están cuestionados por la ola de individualismo, cortoplacismo y perspectivismo sentimental que alimenta las nuevas políticas. A esa generación pertenecieron Merton (1910-2003), Almond (1911-2002), Dahl (1915-2014), Easton (1917-2014), Rokkan (1921-1979), el propio Sartori (1924-2017) y Lijphart (1936), que coincidió con esta generación en contenidos y orientaciones.

Sartori, que entendía la democracia como la obtención de un gobierno y unas condiciones de gobernabilidad derivadas de un pronunciamiento electoral, sentía una enorme preocupación por la actual disociación entre las estructuras parlamentarias, que registran enfoques, posiciones o sentimientos del entorno político, y los gobiernos, que, afectados por oleadas de desafección y desconfianza, constituyen el objetivo de unas Cámaras vistas preferentemente como instituciones de control, o como frenos eficaces del poder, y que, tras haber generado situaciones de inestable y compleja gobernabilidad, coquetean ahora con la idea de una democracia sin sistema, por considerarla máxima expresión de libertad, pluralidad y participación, y un paradigma del control popular sobre las élites y grupos de interés.

Una democracia que no consiga gobernar y gobernarse no es -para Sartori- ni eficiente ni madura. Y por eso fiaba parte del sistema a los componentes culturales, a los procesos de socialización y a los consensos subyacentes que generan los complementos estabilizadores que la normativa no puede garantizar. Consideraba que la multiculturalidad y la creciente fragmentación ideológica de las democracias occidentales son hechos que hay que gestionar, pero no orientaciones utópicas que debamos anhelar. Y así se explica el pesimismo que sentía por unas democracias que, tras haber deteriorado sus modelos de socialización y su coherencia axiológica, y tras dejarse seducir por un adanismo político omnipresente, corren el riesgo de reducir la política a un ejercicio de respuestas cortoplacistas e improvisadas, en detrimento de las orientaciones más eficaces y racionales del sistema.

Debido a su capacidad de opinar a la contra del pensamiento correcto, no faltan los que consideran a Sartori un conservador elitista y acartonado, que no supo asimilar la posmodernidad. Yo creo, sin embargo, que su profundo y riguroso pensamiento conserva su inestimable valor, y que su lectura también debe ser útil para los que, en este tiempo de alharacas, han optado por reducir la democracia a la demolatría y la sociedad a una suma de individualidades compactadas apenas por el pensamiento líquido y la posverdad.