La batalla contra el impuesto de sucesiones

OPINIÓN

23 abr 2017 . Actualizado a las 18:42 h.

Eran las 12.00 horas del sábado, el sol golpeaba desde lo alto. Cientos de individuos se agolpaban en la estación de RENFE y alrededores: Santa Cristina hizo la mañana.

A paso lento y con tranquilidad la marabunta se desplazaba por Uría dirección Fruela. A la cabeza una pancarta «Asturias contra el impuesto de sucesiones» y Álvaro López (cabeza visible y adalid de la Plataforma contra el Impuesto de Sucesiones) al frente. Alegres y acalorados caminaban por la arteria ovetense.

La media de edad de los movilizados rebasaba con creces la mitad de siglo, rara situación en las manifestaciones donde suele reinar el adanismo.

Todo parecía normal, me movía entre la gente, de fondo «manos arriba esto es un atraco», sorteaba carteles donde leía: «heredar no ye de ricos».

El sol azuzaba y las frentes empezaron a brillar. La gomina no retenía y a alguno se le disparaban unos copetes díscolos.

No sé el número exacto de asistentes, ni me molesté en preguntarlo, puesto que todos mienten. Para los organizadores será una cifra mucho mayor que la realidad, para la administración un número más pequeño. Lo que sé es que había mucha gente, mucha más que en otro tipo de manifestaciones que tienen lugar en la ciudad. Aunque muchos traten de negarlo, la realidad es que fue multitudinaria y la gente no falló. Y es que ésta es una de las cosas más loables por las que una persona puede luchar: por defender lo suyo y su derecho a dejarlo a su familia o a quien consideren.

Estábamos a la altura del Sanfran, y una chica con un moño naranja, Converse negras y gafas de sol centró toda la atención de los que allí estábamos. Su sola presencia justificaba la asistencia. Al grito de «ladrones, ladrones» la gente se animaba. Aprovechando el camino, unos cuantos nos acercamos a Verdú a por un helado que aplacara el calor y deleitase el paladar. Suenan pitos y se elevan los decibelios. Se acercaban a la Junta y empezaron a gritar:  «ahí está, la cueva de Alí Babá». Me encaramé a una farola y observe la calle Uría repleta.

«No tienen vergüenza, son unos corrutos» vociferaba una señora en la terraza de la Corte: pelo cardado, kilos de laca, bolso de cruzar y Crocs. «Yo primero lo vendo to y gástolo en viajes».

Álvaro López cogió el micro y agradeció a todos la asistencia. Clamó contra el sistema impositivo y el gobierno. «Tenemos más de 160.000 firmas, más que votos tiene el PSOE». Luego continuó diciendo que aquí no había ningún rico, que sólo era gente normal que trabajaba y se esforzaba para poder legar algo a sus hijos. A la marcha no acudió ningún partido político a excepción de FORO, y Álvaro aprovechó para dejarlo claro.

Todo discurría con mucha normalidad y civismo, hasta que algún espontáneo se enfrentó a los asistentes. Increpó a unos cuantos tachándoles de ricos y usureros.

Eran cerca de las dos de la tarde y todo se acababa, una mesa donde se recogían firmas que estaba atestada de gente y por megafonía sonaba Rata de dos patas interpretada por Paquita la del barrio. Una mañana, una manifestación y un buen final.