Atticus Finch, Mohamed El Messaoudi

OPINIÓN

09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre hay elección, aunque los condicionantes de nuestra vida a veces parezcan indicar lo contrario. Aunque conservar un pedacito de dignidad a veces cueste tan caro. Cuando se presta auxilio legal a las personas pertenecientes a una minoría hostigada, discriminada y criminalizada por el grupo dominante, situarse en posición de defensa de los derechos de quienes parecen condenados de antemano, significa asumir riesgos para la propia integridad e intereses. Sin embargo, llegado el caso, algunos abogados asumen ese reto y se sitúan en la diana por el mero hecho de ejercer un papel que, en un entorno adverso, pocos se atreven a desempeñar, pero que es necesario para que alguien vele activamente por los derechos de sus defendidos.

Atticus Finch es un personaje de ficción creado por la novelista norteamericana Harper Lee en su novela «Matar a un ruiseñor». La maravillosa caracterización del personaje, encarnado por Gregory Peck en la memorable película de Robert Mulligan, hizo conocida y admirada la figura de honestidad, decencia e integridad, cuando estos valores todavía eran objeto de culto (hoy, en la América de Trump, se le consideraría un loser). El pacífico Atticus Finch, impidiendo, con la providencial intervención de su hija, el linchamiento del negro Tom Robinson a manos de la turba de desarrapados granjeros blancos (en el ambiente de miseria y violencia de la Alabama de la Gran Depresión), nos habla del extraordinario efecto que, en ocasiones, tienen los gestos de valentía. En la hermosa historia de Lee, la defensa letrada de Finch no resulta en un veredicto de inocencia, del acusado -sin pruebas- de violar a una mujer blanca. El abogado se granjea el recelo de muchos de sus vecinos pero el respeto de los justos y de la comunidad negra. «Señorita Jean Louise, levantase, su padre se marcha», le dicen a su hija mientras, derrotado, Atticus Finch abandona la sala, en, seguramente, la mejor escena de la película; pocas veces se consigue en una imagen cinematográfica aunar con tanta pureza y sobriedad la belleza, tristeza y dignidad del perdedor.

Mohammed El Messaoudi es abogado de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) y él mismo, de nacionalidad marroquí, ha considerado un deber de justicia y humanidad la defensa de los líderes sociales saharauis en los distintos procesos en los que se persigue a éstos. Fue abogado del llamado «Grupo de los Siete», entre los que se encontraban representantes de los principales colectivos de defensores de Derechos Humanos de la población saharaui en el territorio del Sahara Occidental ocupado por Marruecos. Su actuación en dicho juicio le llevó a ser, a su vez, atacado bajo acusaciones de desacato, obteniendo, afortunadamente, el apoyo de la propia institución colegial de Casablanca (a la que está adscrito) y de colegios y entidades vinculadas a la abogacía de distintos países. No se amedrentó y ha continuado con la labor de defensa de saharauis sometidos al sistema de justicia de la potencia ocupante, como el proceso frente a los 24 de Gdeim Izik, en el que se persigue a distintos activistas saharauis imputándoles genérica e indistintamente hechos violentos como la muerte de miembros de las fuerzas de seguridad con motivo del desmantelamiento, entre el 8 y el 9 de noviembre de 2010, del campamento de reivindicación saharaui a las afueras de El Aaiún. Algunos sectores de la sociedad marroquí y una parte no pequeña de los medios de dicho país, alentados por un discurso oficial fuertemente nacionalista y por la búsqueda a toda costa de culpables, consideran a quienes defienden a los saharauis poco menos que traidores. La propia AMDH, por otra parte, sufre con asiduidad limitaciones a su actividad por las fuerzas de seguridad y las autoridades gubernativas (por ejemplo, 104 actos interrumpidos o prohibidos entre julio de 2014 y mayo de 2016) y es objeto de protección por la ONG internacional de defensa de activistas Front Line.

El modelo de héroe de la razón, en su cotidiana y callada proeza, enfrentando el vilipendio y la desconfianza de aquellos que no entienden porque alega ante el tribunal en favor de quien es considerado enemigo, pero seguro de hacer lo que debido, es el que sigue Mohammed El Messaoudi. No sólo en personajes de ficción hallamos ante quien descubrirnos, ponernos en pie y encontrar ejemplo.