Una jugada maestra

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

08 may 2017 . Actualizado a las 07:12 h.

No se puede negar el mérito de lo que ha logrado Emmanuel Macron. No por su victoria de ayer sobre Marine Le Pen, algo que hubiese logrado casi cualquier candidato. Su triunfo hay que buscarlo mucho más atrás, antes incluso del primer turno de las presidenciales. El éxito Macron nació, de hecho, en un momento que se suponía de fracaso: cuando se vio obligado a dimitir como ministro en el Gobierno de Hollande. Lo que en principio iba a ser su funeral político, Macron lo convirtió en el punto de partida para el asalto al Elíseo. Y lo hizo simplemente a partir de un análisis certero de la situación política, sobre todo la del Partido Socialista al que entonces pertenecía. Trazó entonces un plan tan ambicioso como atrevido: convertirse, si no en el «hombre providencial» al estilo de De Gaulle, si al menos en el mal menor. Más paradojas: ganó las primarias del Partido Socialista precisamente por no presentarse a ellas, se convirtió en el candidato del sistema promocionándose como alguien ajeno a él, mejoró su imagen a base de pasar desapercibido mientras en los otros partidos volaban los cuchillos. Y cuando terminó la masacre a derecha e izquierda, Macron salió en tromba ofreciéndose para resolver uno y solo uno de los problemas de Francia, pero que muchos franceses consideran el más importante: derrotar al Frente Nacional. No era difícil. Lo difícil era ser el elegido para hacerlo. Y Macron lo ha logrado.

¿Qué cabe esperar ahora? Mientras que en la izquierda tachan a Macron de neoliberal, en la derecha dicen que es el hijo espiritual de Hollande. Lo primero no es cierto, lo segundo no está lejos de la verdad. A Macron, que empezó diciendo que no era «ni de derechas ni de izquierdas» y que últimamente había corregido la frase ingeniosamente por un «soy de derechas y de izquierdas», hay que verlo como el producto final de la desintegración del Partido Socialista Francés.

Con él se termina la larga crisis de identidad que comenzó con Michel Rocard, se agravó con Lionel Jospin y culminó en Manuel Valls, que defendía abiertamente el abandono del término «socialista». Macron, vinculado desde el principio a esta corriente revisionista fue simplemente el que se decidió a asestar el golpe final. Así, el partido forjado por un hombre (Mitterrand) que se hizo socialista pasados los cincuenta ha sido herido de muerte por otro hombre (Macron) que ha dejado de serlo antes de los cuarenta.

Queda ya solo por ver si en las elecciones legislativas del mes próximo Macron retiene este voto del PS que le ha aupado a la presidencia. Si es así, lo que por ahora es una rareza se convertirá en un nuevo panorama político. Y no será el único cambio. Ayer Marine Le Pen hablaba de transformar profundamente el Frente Nacional. La derecha tradicional también va a tener que reconfigurarse después del fiasco de Fillon. Y sin duda también la izquierda, donde Jean-Luc Mélenchon ya se postula. Serán las elecciones legislativas de junio las que nos digan si lo que hemos presenciado es una tormenta o un cambio.