Francia y la UE

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

22 may 2017 . Actualizado a las 10:47 h.

Cuesta creer que Francia se haya aproximado tanto al camino contrario al que la condujo en su día a impulsar la creación de la Unión Europea. Y cuesta creerlo porque las voces y las frases más europeístas han estado saliendo del país vecino cuando menos desde el Congreso de la Paz de París de 1849. Fue entonces cuando un visionario Víctor Hugo anunció la llegada del día en que todas las naciones del continente «se fundirán estrechamente en una unidad y constituirán la fraternidad europea», con «los Estados Unidos de América y los Estados Unidos de Europa cara a cara». El mismo Víctor Hugo que clamaba: «¡Mi venganza es fraternidad! ¡No más fronteras! ¡El Rin para todos! ¡Seamos la misma República. Seamos los Estados Unidos de Europa, seamos la federación continental, seamos libertad europea, seamos paz universal!».

Casi cien años después, Jean Monnet proclamaba desde Argel (1943, aún en plena Segunda Guerra Mundial) que «nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos personas […] El nacionalismo es hoy el peor enemigo que tiene Europa». En 1950 llegó la Declaración de Robert Schuman: «La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan. La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra». De estos buenos propósitos venimos.

¿Qué le pasa ahora a Francia y a la UE? Pasa que el tiempo no siempre empuja en la dirección correcta. La victoria de Macron como presidente de la República francesa ha salvado los muebles de la UE, pero todos hemos podido ver que los riesgos futuros están ahí, en cada elección, en cada conflicto, en cada interés (en las próximas legislativas francesas de junio, por ejemplo). Aún no está en peligro la UE, cierto, pero el horizonte se fragiliza y no es fácil adivinar la ruta segura en las turbulencias. Hay que recuperar los ideales de Víctor Hugo y de los forjadores de la unión para apuntalar y fortalecer la esperanza.