La rebelión de las bases

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

23 may 2017 . Actualizado a las 08:29 h.

Al filósofo José Ortega y Gasset, autor de La rebelión de las masas, no le hubiera gustado el triunfo de Pedro Sánchez. A la derecha política y mediática tampoco le ha sentado bien la rebelión de las bases socialistas: Rajoy se apresuró a felicitar al Real Madrid, pero no hay noticia de que efectuase una llamada de cortesía al repuesto secretario general del PSOE. Tampoco en la sede de Podemos hubo saltos de alegría: sus contrincantes en la izquierda se resisten a cederles la hegemonía. 

Las primarias socialistas ofrecen varias lecciones. La primera, sorprendente, es la radical desconexión de los dirigentes históricos del PSOE, los principales cargos orgánicos y los barones aún con mando en plaza con la mayoría de los militantes. ¿Cómo es posible que Felipe, Zapatero o Rubalcaba desconociesen su pérdida de predicamento y evaluasen tan mal el estado anímico de las tropas que hasta ayer mismo los seguían sin rechistar? Fueron ellos quienes empujaron a Susana Díaz al suicidio.

La segunda lección descalifica la estrategia seguida por esas élites para lapidar a Pedro Sánchez. No hablemos ya del esperpéntico comité federal que lo convirtió en mártir. Basta observar los mensajes planos, simplones y endogámicos que tanto Susana como Pedro nos endilgaron en la campaña de las primarias. La primera, aparte del consabido cliché de que «el PSOE es mucho PSOE», se limitó a responsabilizar a Sánchez de la debacle electoral. Pero los datos son tozudos y los militantes no padecen amnesia. La gran hemorragia del PSOE se registró entre el 2008 y el 2011: Zapatero-Rubalcaba perdieron 4,3 millones de votos en tres años de Gobierno. Con esos votantes que desertaron creó Podemos un ejército, al tiempo que se cegaba por muchos años la posibilidad de recuperar el Gobierno. Por eso, los piropos y arrumacos que Zapatero le dispensó a Susana, al igual que los ánimos que esta recibía de la derecha, flaco favor le hicieron a la candidata andaluza.

Tercera conclusión: las bases socialistas se parecen más al electorado que sus élites dirigentes. Lo dicen las encuestas. Si en vez de los afiliados participasen en las primarias los cinco millones de votantes socialistas, e incluso aquellos otros que alguna vez depositaron la papeleta del PSOE en las urnas, Pedro Sánchez ganaría por goleada. No por sus méritos, sino porque el voto al PSOE significó tradicionalmente -también- un voto de rechazo sin paliativos al PP.

¿Y ahora, qué? Ahora, mal. Lo dije hace tiempo y lo mantengo: gane quien gane, el PSOE perderá. Solo faltaba saber por qué flanco iba a seguir desangrándose. El domingo por la noche, una Susana cariacontecida, incapaz de pronunciar el nombre de Pedro Sánchez, salía en automóvil por la puerta trasera de Ferraz. Todo un símbolo de la herida que se abre en el costado derecho del buque. Si fuese Pedro Sánchez el que ocupase aquel automóvil en fuga, la brecha se agrandaría por la izquierda. Quizá las primarias fueron la última cena compartida por todos. Allí se hicieron las partijas y, entre dos males, los militantes optaron por el mal menor.