¿Un nuevo eje Pekín-Bruselas?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

03 jun 2017 . Actualizado a las 09:51 h.

¿Podría nacer un nuevo liderazgo internacional a raíz de la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París? La repentina sintonía entre China y la Unión Europa, junto con el monumental enfado de la comunidad internacional con Donald Trump, podrían hacer creer que sí. Son muchos quienes piensan que, al desentenderse de la lucha contra el cambio climático, EE.UU. ha abdicado de su papel de potencia hegemónica. Y el hecho de que el Acuerdo de París lo hayan firmado todos los países del mundo salvo dos [Nicaragua y Siria], no hace sino acentuar esa soledad de la superpotencia.

Pero en esas reacciones hay más despecho que realismo. China, país no democrático, no está en condiciones de liderar con Europa la comunidad internacional, ni siquiera en el asunto del cambio climático. Hay que alabar sus progresos en la reducción de emisiones a la atmósfera, pero sus ciudades siguen estando escandalosamente contaminadas. Y aunque su repentino compromiso con el Acuerdo de París llega en un momento muy oportuno, Pekín tiene mucho camino que andar, sobre todo en el terreno de la transparencia, porque todavía presenta una cierta tendencia a falsear datos.

Lo que sí es cierto es que Washington va a perder peso en un foro internacional importante. Esta es la razón por la que incluso personas del entorno de Trump, sus secretarios de Exteriores y de Energía, directivos de gigantes del sector minero como Cloud Peak Energy y petroleras como ExxonMobil, le pidiesen que no se retirase del tratado. Creen que hay que estar en él para controlarlo. Que es, a su vez, la razón por la que algunos expertos piensan que el abandono de Washington puede incluso resultar positivo. EE.UU., sobre todo bajo esta administración Trump, sería una rémora, un obstáculo para avanzar. Su marcha permite más margen a la hora de fijar objetivos que, en todo caso ?y esta es una de las debilidades del acuerdo? no son vinculantes. Hasta cabe la posibilidad de que la salida de EE.UU. del acuerdo termine notándose menos de lo que parece ahora. En principio, su industria emitirá un 9 % más de gases de invernadero de lo que se había previsto, pero muchos estados norteamericanos y ciudades se han comprometido a fijar sus propios objetivos de reducción de emisiones, con lo que el impacto final será menor.

Por último, Trump ha dejado abierta la puerta a una renegociación del acuerdo. Esto no es fácil, porque se trata de un tratado multilateral que habría que afinar de nuevo con todos sus firmantes. En la práctica, sin embargo, es un acuerdo a cinco (Alemania, China, India, EE.UU. y Rusia) y no hay que descartar un acomodo. Afortunadamente, hay tiempo. Si Trump no abandona la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático ?eso sí que sería un desastre? los plazos para salir del Acuerdo de París son de cuatro años. Es más que suficiente para apuntalar otro tratado, o para que venga otro presidente antes de que se haya completado la salida de EE.UU. de este. Para el clima, cuatro años es poco más que un instante. En política, es una eternidad.