El PSOE y el canto del cisne

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

15 jun 2017 . Actualizado a las 07:56 h.

Confieso que me equivoqué. El PSOE no ha entonado el canto del cisne, ese bello lamento que el ave emite justo antes de morir. Chéjov lo describió espléndidamente en su minidrama titulado precisamente El canto del cisne: un viejo actor que en el teatro vacío, abandonado por su público, rememora sus glorias pasadas. Ayer no hubo tal. El teatro -perdón, el hemiciclo- estaba casi repleto -faltaban Rajoy y Montoro- y el público atento. Ni en las bancadas del PP ni en las de Podemos se movía una hoja mientras hablaba José Luis Ábalos, el improvisado portavoz de Pedro Sánchez. 

Estrujado entre las dos Españas machadianas, la de Hernando y la de Iglesias, el orador mantuvo el tipo y preservó para el PSOE un hálito de vida. No es poco. Cuando las posiciones se polarizan hasta la bronca e incluso los tuyos te tiran de la manga -unos, de la derecha; otros, de la izquierda- no es fácil abrirse paso y hacerse respetar. Y creo que Ábalos, con un discurso nada brillante, firme en el fondo y suave en la forma, consiguió defender la parcela asediada por ambos flancos.

Toda su argumentación giró en torno a dos ejes. Primero, el Gobierno del PP merece la censura, como culpable del deterioro social y el descrédito de las instituciones, doble degradación que justifica la aplicación de un correctivo político. Y segundo, esta era una moción de censura sui generis: Podemos no se proponía echar a Rajoy, sino arrebatar a los socialistas, absortos en restañar sus heridas internas, las riendas de la oposición.

Del deterioro social abundan las pruebas. Con la crisis como excusa, el Gobierno del PP implantó un modelo de competitividad basado en la precarización laboral, el salario de miseria, la facilidad de despido y la destrucción de la negociación colectiva. Amputación de derechos y recortes de lo público que justifica sin duda alguna el destierro del verdugo.

No tiene defensa, por otra parte, un partido que acude «dopado» a las elecciones, que participa «a título lucrativo» en una trama de corrupción o que destroza ordenadores a martillazos para destruir las pruebas. Tampoco un Gobierno que, en vez de perseguir a los corruptos, pretende controlar a jueces y fiscales para conseguir la impunidad. O que viola la Constitución con una amnistía fiscal diseñada a medida de los defraudadores.

Sobran motivos para, remedando a Aznar, instaurar el «¡Váyase usted, señor Rajoy!». Pero no era esto lo que buscaba Iglesias. Lo deja claro un documento interno de su formación, destapado por Ábalos, subtitulado «Éramos pocos y llegó Sánchez». El objetivo de Podemos es «saber estar al frente de la ola de indignación y vergüenza» desatada contra el Gobierno. Y colocar al PSOE en una situación imposible: si Sánchez cumple su nuevo relato de izquierda, «los medios del régimen y su propia oposición interna no lo van a tolerar»; si no lo cumple, «seremos nosotros quienes lo castiguemos por ello». Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.

Visto lo visto, que el PSOE no haya entonado aún el canto del cisne me parece buena noticia.