Iglesias se pone la piel de cordero

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

16 jun 2017 . Actualizado a las 08:15 h.

Pablo Iglesias había concebido su moción de censura como la tumba del PSOE de Susana Díaz, los barones y la triple alianza. Acariciaba con los dedos no solo el añorado sueño del sorpasso de su maestro Julio Anguita, sino la destrucción definitiva, la pasokización de su gran enemigo político. Cierto es que Díaz y los suyos, con su vergonzante abstención a Mariano Rajoy tras un golpe de mano a última hora contra su secretario general y sin negociar ninguna contrapartida, se lo habían puesto, como se dice vulgarmente, a huevo. 

Pero a Iglesias sus cálculos políticos le salieron mal, no contaba con que los militantes socialistas -que, se supone, también son gente- resucitaran al moribundo Pedro Sánchez y avalaron su giro a la izquierda. Tras el triunfo de este en las primarias, que, como muestra el argumentario interno que José Luis Ábalos leyó en el debate de la moción, sembró el pánico en Podemos, Iglesias tuvo que cambiar a toda prisa la estrategia de desgaste total del PSOE que tenía preparada y escenificar un acercamiento sobreactuado.

El hombre de las mil caras, chavista o socialdemócrata, comunista o ni de izquierdas ni de derechas, radical o moderado, según su conveniencia política de cada momento, se puso la piel de cordero en sus intercambios, a veces empalagosos, con Ábalos y reservó la agresividad propia del lobo para su rifirrafe con Albert Rivera, que tampoco se quedó corto. Con ese cortejo a los socialistas, que continuó con un mensaje que envió a Sánchez, de quien dijo hace no mucho que su mayor virtud era ser guapo, perseguía un objetivo. Paliar la anunciada derrota de su moción de censura, pero sobre todo enmascarar que solo le apoyaron los independentistas, una compañía poco recomendable incluso para una parte de sus votantes.

Pero también quiso lanzar un mensaje a Sánchez con su bronca con Rivera: con Ciudadanos, ni agua. Por lo tanto, si el socialista quiere derribar a Rajoy tendrá que hacerlo con el apoyo de aquellos que se quieren ir a toda prisa de España. O sea, que se vaya olvidando. Un truco de prestidigitador destinado a su parroquia para culpar a Sánchez, cuando lo juzgue conveniente, de que siga en la Moncloa Rajoy, al que ahora hay que echar porque es una emergencia democrática pero al que mantuvo hace poco más de un año en el poder con su no a Sánchez en la investidura. Pero el nuevo secretario le ha respondido con su propia medicina, repitiendo la propuesta de un pacto a tres con Ciudadanos, sabedor de que es imposible, pero que pone el foco en las dos formaciones como responsables de que continúe Rajoy. Otra milonga como lo es el acercamiento de Iglesias al PSOE. Porque la realidad es que hay y habrá una encarnizada lucha por el electorado de izquierda.