22 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Esto es lo que yo vivo de cerca. Una de 30, la aplico de tarde en tarde: 30 euros, tributo, por 10 minutos de fisioterapia natural. La otra de 30 euros, una vez a la semana pago a una persona por hacerme unos trabajos de limpieza en la casa 3 horas a 10 euros por hora. Y, finalmente la de 3 euros es lo que paga la empresa a una persona próxima a mí por hora trabajada: 8 horas al día, 5 días a la semana y 12 meses seguidos al año.

Bueno, la de los 3 euros a la hora es licenciada, con un  master en su especialidad y…cursos, cursos y más cursos. La de los 30 euros por tres horas, que acude a mi casa una vez por semana, sólo se le requiere que acuda a casa y desarrollo el cometido de forma normal. Pero, de titulaciones y cursos, nada de nada. Y, en tercer lugar, del fisioterapeuta al que también pago 30 euros, me fío de que su preparación es la adecuada y que en esos 10 minutos alivie mi dolor y tarde el mayor tiempo posible en ir a visitarlo.

Esos son tres momentos de mi vida diaria en relación con el mundo laboral en esta España de 2017.

Eso, sin salir prácticamente a la calle y sin abrir las hojas de los periódicos. Si acudimos a un bar, a la peluquería o a cualquier «casino» de alterne de tantos y tantos como hay en la ciudad, la lista de 3, 30, 30 se multiplicaría casi como la deuda de los países desarrollados. Porque los otros, no pueden ni eso.  

Y, cuando alguno de mis lectores, lean estas reflexiones, más de uno enfatizará de forma conformista: «Es lo que hay». «Tenemos lo que nos merecemos». Y vulgaridades de ese tono, que no hacen más que confirmar que la sociedad en la que caminamos cada vez está instalada más en la desidia, en la dejadez y en el abandono.

¿Qué hacer? ¿A quién acudir? ¿Por qué nos comportamos así?

Esos son algunos de los interrogantes que de inmediato formulamos y a los que debemos de dar respuestas lógicas, coherentes; pero sobre todo, prácticas.

Sí, la respuesta y, por tanto, la solución no hay que buscarla fuera. No está ni en los políticos ni en el vecino de enfrente. No acudir resignados a la frese de la Generación del 98: «Que inventen los demás».

Es increíble la cantidad de titulados universitarios y, sobre todo, ingenieros que en las dos últimas décadas han cruzado los Pirineos clásicos o la frontera del Atlántico a llevar la respuesta y la solución a otros países que han apostado por la ciencia, la investigación el ingenio, el futuro.

3, 30, 30: he ahí el punto de partida. La respuesta la llevamos dentro.