Abstención vergonzosa, sí vergonzante

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

27 jun 2017 . Actualizado a las 08:15 h.

Será por mi constitución mental, personal e intransferible como todas, pero me confieso incapaz de comprender que un partido con vocación de gobierno opte por la abstención en asuntos de interés público. Puedo entender que los ciudadanos decidan abstenerse activamente en las elecciones, como expresión del rechazo que le merecen el sistema o los partidos políticos en liza. O que un grupo parlamentario conceda libertad de voto cuando se abordan decisiones que afectan a la conciencia de cada diputado. Incluso que no se pronuncie si la gran cuestión que se dirime es el sexo de los ángeles. Salvo esas excepciones, no entiendo la abstención. Últimamente al PSOE, tanto el de la gestora como el de Sánchez, le ha dado por la tangente y por los cerros de Úbeda. Su abstención en la investidura de Rajoy fue vergonzosa y equivalente a un sí vergonzante al candidato del PP. Su revisada posición ante el tratado de libre comercio de la UE con Canadá (CETA) sigue el mismo derrotero: ni sí, ni no, pero sí. Ni contigo, ni sin ti, pero facilito la ratificación del acuerdo comercial. Si su vocación en la aritmética parlamentaria es la del cero que ni suma ni resta, le auguro escaso recorrido al «efecto Sánchez».

Tanto los defensores como los detractores del CETA tienen argumentos para ratificarlo y para rechazarlo. El comisario Moscovici resumió los primeros: «Nadie puede parar la globalización, pero sí regularla. Y es bueno que Europa lo haga con una sola voz». El socialista José Félix Tezanos apuntó hacia los segundos: «La globalización es un fracaso que ha generado desigualdades y ha concentrado la riqueza en apenas ocho manos». Ambos, Moscovici y Tezanos, se declaran socialdemócratas, pero el primero aboga por limar las aristas de la globalización y el segundo por demolerla con la piqueta proteccionista. Ya ven lo bien avenida que se muestra la histórica familia.

¿Y el PSOE? Pues aún peor. Sus eurodiputados participaron en las negociaciones del tratado y apoyaron la redacción final. Vino Sánchez, cuestionó el acuerdo y los socialistas deciden cambiar la orientación de su voto: del sí entusiasta a la abstención vergonzosa, que significa un sí con la boca pequeña, encubierto y vergonzante. Antes el PSOE mantenía una posición, discutible y discutida por parroquias, y ahora la abandona para ingresar en el limbo. Lo señala con cierta rexouba un tuit que desde ayer circula por las redes: «El PSOE vota a favor del CETA, del que está totalmente en contra, por eso se va a abstener». Ni los legendarios trabalenguas de Rajoy lo explicarían mejor.

Todo partido político, incluso el que aspira a gobernar, está legitimado para cambiar de posición. Serán sus votantes quienes decidan si aprueban o suspenden la nueva hoja de ruta. Pero si en vez de modificar el rumbo su comandante opta por colocar el motor en punto muerto, el buque se desplazará hacia la insignificancia. Es lo que tiene la abstención: no quieres mojarte y acabas calado hasta los huesos. Te sitúas entre las dos trincheras y las balas te alcanzan por ambos flancos.