Los libros del fin del mundo

Manel Loureiro
Manel Loureiro PPRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

11 jul 2017 . Actualizado a las 13:40 h.

Puede que lo hayan notado; vivimos un momento de cabreo colectivo, o al menos esa es la sensación que se tiene al hablar con la gente. En un tiempo en el que casi todas las noticias y artículos de opinión de este y de todos los demás diarios invitan a pasar las páginas enfurruñado, a saltar a la trinchera, al enfrentamiento entre el «ellos» y el «nosotros», a la indignación contra el colectivo que nos pise el callo moral o ideológico en ese momento (taxistas, banqueros, izquierdas, derechas, etcétera), uno tropieza de vez en cuando con noticias que de repente iluminan el día por completo. Noticias que te reconcilian con la vida, con la gente y con la sociedad. Noticias que te hacen leer con más calma el resto del diario porque relativizan los problemas y ponen todo un poco en perspectiva. Como esta que les voy a contar.

Hace unos años, Noruega creó la Bóveda del Fin del Mundo, un búnker subterráneo hundido en lo más profundo del Ártico donde se almacenan muestras de todas las semillas de cultivo del planeta. El objetivo es tener una reserva genética en caso de que un día vengan mal dadas y la Humanidad pierda un cultivo crítico para su supervivencia (arroz, trigo, maíz…) por culpa de una plaga virulenta o un desastre inimaginable. Algo loable y muy inteligente por parte de los noruegos aunque poco inspirador, pues no hace soñar despierto. Es el equivalente a un seguro de vida a escala mundial, para que nos entendamos.

Sin embargo, hace pocas semanas acaban de comenzar un proyecto realmente apasionante, uno de esos que suponen un hito de verdad: El Archivo Ártico Mundial. Se trata de un enorme almacén en una profunda gruta enterrada bajo decenas de metros de tierra congelada y piedra y situado en una de las zonas más aisladas y geológicamente tranquilas del mundo, donde el Gobierno noruego pretende almacenar copias de aquellas obras literarias (libros, revistas y periódicos) más destacables de la historia de la Humanidad. Incluso, dando un curioso paso atrás tecnológico, pretenden que el contenido digital más reciente y valioso se salve, volcándolo en un formato analógico (cinta de celuloide), para salvar para el mañana lo que ustedes leen en una pantalla de ordenador hoy.

Los noruegos han invitado a todos los países del mundo a que manden copias de aquellas de sus obras literarias que consideren más valiosas para su almacenamiento. De esta manera, si una catástrofe impensable asola a la Humanidad, ese será el testigo de lo que fuimos para aquellos que sean dentro de unos siglos. El plan -estarán conmigo- es bonito, práctico y con una considerable dosis de romanticismo.

Sin embargo, hay un problema. El espacio dentro de la bóveda será limitado, así que cada país deberá meditar seriamente cuales son las obras que desea salvaguardar para el futuro. ¿Creen que no es difícil? Imagínense que solo pueden salvar un único libro de los que han leído, sabiendo que los demás desaparecerán para siempre. Pues algo así, pero a lo grande. Y es que ya ven, hasta en lo más noble y bello anida la polémica.