Dos horas de nada

OPINIÓN

23 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Aprovechando el chaparrón de la crisis económica de 2008 el gobierno de España decidió ampliar el número de horas lectivas del profesorado de 18 a 20 horas semanales. Dos horas lectivas más a la semana. Poco a poco este pequeño aumento hecho sobre el profesorado de secundaria ha ido socavando la resistencia física y moral de los profesores, acentuando solapadamente muchos de los riesgos y desgastes que trae consigo una profesión que en una nación seria debería tener el máximo respeto, como muchos no se cansan de decir, cuando se refieren a sistemas educativos al parecer ejemplares, como el finlandés. Todo es mejorable, y la excelencia plena no es posible, sin embargo, y a pesar de todo, los sistemas de selección españoles del profesorado, aunque muy descompensados por el autonomismo, siguen más o menos filtrando a nuevos profesores extraordinariamente preparados, como hemos tenido ocasión de comprobar durante estos años. Una de las formas de garantizar el mejor rendimiento de nuestros profesionales es dándoles unas condiciones dignas de trabajo. Todo el profesorado asumió las dos horas lectivas a mayores como generalmente afrontamos todas las modificaciones, cambios de leyes, procedimientos, y metodologías de trabajo, esto es, con interés, con respeto, a veces con entusiasmo; y siempre con profesionalidad. No hay duda. Pero el aumento de horas trae consigo el aumento de grupos, grupos que a su vez han aumentado de número, porque la crisis también se utilizó para abaratar costes de profesorado por el lado de las ratios de alumnos por aula. Y eso, como dice mi médica del centro de Salud del Llano, que está muy preocupada por las enfermedades profesionales y, particularmente, por las que se producen entre los pacientes de nuestra profesión, aumenta considerablemente los riesgos sanitarios que corremos. Ahora que la crisis está remitiendo, tal y como no se cansan de decir nuestros políticos, cuya profesionalidad está a la altura misma de los procedimientos por medio de los cuales son seleccionados para sus cargos, esas medidas que supuestamente se hicieron provisionalmente para ir pagando la deuda de Bankia, siguen vigentes. Han pasado los años y hemos visto cómo los riesgos sanitarios, concretamente los infartos y otras enfermedades derivadas del estrés producido por esa sobreexposición diaria al oleaje tempestuoso de una sociedad española, que está, a su vez, en plena marejada, van dejando su reguero de afectados. Precisamente una de las principales tareas de los profesores consiste en tratar buenamente de apaciguar, domeñar, armonizar y encauzar el caudal de conflictos sociales que a través de nuestros alumnos, nace de la problemática de las familias, barrios, entorno social, municipio, comarca, provincia, autonomía, nación, medios de comunicación, redes sociales, etc., porque todo se proyecta sobre los centros educativos de primaria y secundaria. Vemos a nuestros compañeros aferrados a sus responsabilidades ir cayendo en las trincheras, mientras que los políticos que, como el Consejero de Educación asturiano, tienen en su mano tomar una decisión (que él sabe mejor que nadie que es Necesaria, correcta, y Urgente) miran para otro lado. Sólo pedimos al Gobierno asturiano que restablezca las condiciones previas al chantaje de la crisis. Esas dos horas lectivas de más, es como cuando en una obra un constructor por abaratar costes decide quitar las redes y los arneses que ajustan y garantizan la seguridad de sus trabajadores. Es verdad: es un ahorro, los trabajadores tienen cuidado, pero el riesgo de caída aumenta inevitablemente. Por eso, pedir que se restablezca ese horario es solicitar a nuestro patrón, un consejero de educación que al parecer es de izquierda según se dice, que vuelva a colocar la red que nos protegía de ese riesgo laboral inminente y silencioso. Que tenga en cuenta al menos que el coste económico en desfibriladores en los centros, y bajas de larga duración anticipadas, por no hablar de accidentes laborales fatídicos, es mayor que el ahorro miserable que se quiere aprovechar con esas dos horas y con aulas atiborradas de alumnos.