Arzobispos, censores y bares

Manel Loureiro
Manel Loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

23 jul 2017 . Actualizado a las 10:22 h.

Puede que lo hayan visto alguna vez, sobre todo en ediciones muy antiguas de libros. Hace muchos años, al principio de cada volumen, bajo el título y el nombre del autor solía aparecer en letras pequeñitas la expresión latina nihil obstat, que traducida de forma alegre significa algo así como «no hay impedimento». Era el sello de aprobación de las autoridades eclesiásticas, que confirmaban así que el volumen en cuestión no contenía ningún elemento que fuese perjudicial para la moral y las buenas costumbres, ni atentaba contra los dogmas de la Santa Madre Iglesia. En román paladino, era la censura de la época.

Este ejército de censores, que funcionó hasta principios del siglo XX -prácticamente anteayer, no se piensen que hablamos de mucho más- se denominaba Sagrada Congregación del Índice y dependía directamente de los arzobispados. El Índice de su nombre se refería a la lista de los libros permitidos y prohibidos, aquellos que se podían leer y aquellos que según la Iglesia podían dañar nuestra alma inmortal o, peor aún, hacernos pensar de manera distinta. Todo aquello que nos podía sacar del carril moral en el que teníamos que estar a la fuerza era peligroso y por lo tanto, prohibido.

Seguro que todo esto les resulta intolerable, digno de una época oscura felizmente dejada atrás y totalmente totalitario. Cuando alguien se arroga el derecho de decidir qué y cómo puedes pensar, porque cree que es mejor que tú, la libertad muere ahogada.

Si les cuento todo esto es porque acaba de hacerse público que el Ayuntamiento de Guecho, en el País Vasco, entregará a los establecimientos hosteleros de la zona una lista de canciones permitidas/recomendadas en los bares, con el denominador común de que no han de contener letras sexistas. Con ello pretenden -en teoría- promover actitudes basadas en la convivencia y el respeto. Denle una vuelta al asunto.

Sin entrar en el trabajo de chinos que ha debido pasar el o la autora de la lista -porque ya me contarán, cuántas canciones no hacen referencia al sexo, a los conflictos de pareja y si ya nos vamos al reggaeton, al perreo descarnado- no me digan que esto no les atufa a algo conocido. A un grupo que piensa que se puede recoger todo en listas, índices y blancos y negros. Lo permitido y lo prohibido. Y por supuesto, la línea en el agua la trazan ellos. Esta sí, esta no. Porque lo digo yo, que sé más que tú de esto. Como los obispos de tiempos pretéritos, que se arrogaban el mismo derecho y creaban el índice, estos nuevos censores morales se creen en posesión de una mente más preclara y actúan en consecuencia.

No digo que lo hagan con mala intención (sospecho que todo lo contrario), pero el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Por supuesto que el mundo está lleno de gañanes y que es importante adoptar medidas que fomenten la tolerancia, el respeto y que destierren actitudes machistas -yo me apunto el primero- pero así no es la manera, en mi humilde opinión. Porque cuando alguien se cree por encima de los demás y con derecho a decidir qué puede leer, escuchar o ver, iniciamos un camino muy oscuro, del que nos ha costado siglos salir. Y de lo contrario, la canción del verano será de los Cantajuegos.