Fort Apache

Jorge Matías
Jorge Matías REDACCIÓN

OPINIÓN

03 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los apaches, que es el nombre por el que conocemos más o menos al grupo de naciones indias de Arizona, Nuevo México, Sonora, Chihuahua y algunos otros lugares de Estados Unidos y México que seguro se me olvidan, no se llamaban apaches a sí mismos. Ellos se llamaban «Indé», es decir «la gente». Y es normal, porque los pueblos indígenas no conocían otra gente. Allí, en la tribu, empezaba y acababa todo. Aunque en su largo periplo de 500 años desde Canadá, en el que fueron desplazándose hacia el sur, se encontraron con otra gente, debió sorprenderles bastante encontrar españoles como el explorador Juan de Oñate en Nuevo México.

Es en esto en lo que pienso cuando desde posiciones políticas de esas que se dicen nuevas, los políticos de turno hablan alegremente de la Gente, o se atribuyen ser la Gente, o aseguran que hacen política para la Gente. Como si la gente fuera toda ella profesora de ciencias políticas en la Complutense o ricos herederos gallegos o tertulianos que aparentan saberlo todo o gente con alergia al trabajo.

Por supuesto, como los apaches, los autoproclamados representantes de la Gente saben que la endogamia es el principio del fin, el reducido y decadente Condado de los Seis Dedos, y necesitan fagocitar otras formaciones. En el caso de los apaches, esto se traducía en que la mujer apache  se casaba con un hombre de distinto clan, y el hombre vivía con la familia de su mujer, salvo en el caso de los jefes de la tribu, que eran los que partían el bacalao y terminaban viviendo en la familia del padre, que también fue jefe. En el caso de la Gente, ya sabemos con quién se han casado y en casa de quién viven.

El problema con todo esto, es que toda la gente es gente, y uno no es más gente que el otro. Gente es el presidente de la CEOE, como gente era el gran jefe apache Cochise, y hasta los españoles de Nuevo México se dice que eran gente, aunque existen serias dudas al respecto.

Gobernar para la Gente es una perogrullada, pues no hay otros a quien gobernar o para quien gobernar. No vas a gobernar para las piedras o para los robles o para los pájaros. Vas a gobernar, de llegar el caso, para todos. Para los de Soto del Real y para los de las 3000 viviendas, y mucho me temo que aquel reproche que hizo nuestro presidente a los de la Gente  cuando señaló que también es gente la que lo ha votado a él, y que es para la gente para quien gobierna, para bien o para mal, está cargado de razón. Atribuirse ser la Gente es como poco pretencioso.

Pretencioso y siniestro. Del mismo modo que hoy nos dicen que son la Gente, mañana pueden decidir quién es gente y quién no lo es. Si uno se fija, en ello están cuando dicen que hacen política para la Gente, o gente, ya no sé, como respuesta al adversario político. Porque lo que se está diciendo, lo que está implícito en eso, es que tú, el que está enfrente, el que no está de acuerdo o el señor que pasa por allí y que disiente, no son Gente. La Gente no es la gente, la Gente soy Yo. La Gente somos Nosotros, soy Yo, somos y soy la norma y la normalidad.

En esa calculada ambigüedad de la Gente, bien podemos estrellarnos todos. Ya no importa qué tipo de políticas vas a hacer llegado el momento, pues eso sería demasiado racional, y por desgracia, no es la razón la que da votos, sino lo que han dado en llamar el relato, una suerte de narrativa falaz para captar sentimientos, la sensiblería hecha política, la ñoñería aplicada al pueblo. Como en los peores regímenes, la realidad es lo de menos, y el que señala lo que cree un error ya no es de la Gente, ya es de los otros, quizá Gente del adversario. Pero también quedan fuera quienes no son del adversario ni de la Gente, los que solo son algo que importa poco, porque lo que importa en el fondo es que te adscribas a la Gente, que te dejes invadir por los sentimientos, por la ñoñería de campaña electoral, por la nada. El discurso alrededor de la Gente está tan vacío como el concepto de la Gente.

La Gente, los indé, ya no son tanta gente.De contar con varias decenas de miles de individuos han pasado a ser poco más de 6000. El haber ido chocando con otra gente, con otras realidades, llevó a la gente a morir a manos de la gente. Mientras, aquí, la Gente que es la gente que representa a la Gente, la Santísima Trinidad de la Gente, puede sufrir la misma suerte. Y entonces, solo quedarán los otros. Hay un muro esperando.