Radicales

Jesús Merino LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

16 ago 2017 . Actualizado a las 08:00 h.

Soy de esos frikis que aman las palabras, que las miran, las tocan, las huelen incluso. Me gusta desmontarlas, analizarlas, investigarlas, jugar con sus significados y sus sonidos... y por supuesto, me encanta consultar diccionarios. 

Un filósofo inglés del siglo XX, J. L. Austin, escribió un libro que tiene un título fantástico: Cómo hacer cosas con palabras. Y es que las palabras tienen una fuerza extraordinaria. No solo sirven para designar objetos o estados, sino que sirven para mandar, asustar, emocionar, amenazar, y, más allá de todo eso, verdaderamente construyen el mundo. Así que quien logra imponer sus palabras de alguna manera domina la realidad.

Estoy escuchando mucho últimamente hablar de personas radicales, o simplemente de «los radicales». Y ya entendemos que se trata de gente extremista, fanática, intolerante, violenta incluso. Abracadabra: acabamos de construir un trozo de lo real, a base, en este caso, de utilizar una de las últimas acepciones del término. Porque seguro que ya saben que radical hace referencia a la raíz, a lo esencial, a la totalidad, y también -pero no solo- a eso que acabamos de mencionar.

Ha llegado la hora de reivindicar el significado primordial de este hermoso término. Seamos radicales, vayamos a la raíz de los problemas en lugar de quedarnos en la superficie, asumamos una perspectiva de totalidad en lugar de perdernos en los detalles, identifiquemos lo esencial frente a lo accesorio... y no permitamos que desde intereses ajenos nos construyan sin tener en cuenta nuestra mirada.

¿Radical? Sí, por supuesto.