A punto para una cura de sueño

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

17 ago 2017 . Actualizado a las 08:23 h.

Antonio Machado describió (en un libro publicado en 1912) en verso, eso sí, su tristeza ante lo que me parece el mal nacional por excelencia: la polarización

Todos hemos tenido que escuchar, en algún momento de nuestras vidas, a alguno de nuestros progenitores decirnos que nos vayamos ya a la cama, que necesitábamos dormir para poder rendir al día siguiente. Como es lógico, casi nunca se hace caso a los padres en estas cuestiones, pero desde hace tiempo hay estudios científicos serios que han demostrado que intentar funcionar (estudiar, trabajar, conducir, etcétera) sin haber dormido lo suficiente puede ser equivalente a hacerlo bajo la influencia del alcohol. De hecho, está ya probado que la falta crónica de sueño suficiente nos afecta tanto como una deprivación aguda, y que la gente que duerme menos de 6 horas de manera sistemática está en riesgo de engordar -durante el sueño se liberan una serie de hormonas que ayudan al control del peso-, sufrir patologías coronarias o tener un rendimiento intelectual bajo. Es normal que cuando una persona se encuentra sometida a una situación de estrés laboral o de estudios sacrifique horas de sueño a cambio de intentar acabar tareas, pero con frecuencia lo único que logrará es ir bajando la calidad de su rendimiento. A veces, el resultado puede ser catastrófico, especialmente si hablamos de alguien que tiene que realizar una labor de precisión, o -por ejemplo- conducir un vehículo. 

Supongo que la gran cantidad de encargos que ha tenido que atender en los últimos meses el señor Josep Abad le han impedido dormir todo lo suficiente. No quiero ni saber lo que los poderes públicos, o sea, todos nosotros, habremos pagado por tener en vela al pobre hombre durante tanto tiempo como para que su salud se resienta de esta manera. Desde luego, se merece una cura de sueño, porque el resultado de sus sesudas investigaciones ha sido tan chusco como para proponer retirar del callejero de Sabadell -y me imagino que, por extensión, de toda Cataluña- a personas tan dispares y, según sus deducciones, de méritos tan pobres como Antonio Machado, Francisco de Quevedo o Calderón de la Barca. Desde luego, al menos a esos autores les debemos agradecer su clarividencia. El primero describió (en un libro publicado en 1912, ¡ojo, que ni siquiera la infausta guerra civil española estaba en el horizonte!) en verso, eso sí, su tristeza ante lo que me parece el mal nacional por excelencia: la polarización: «Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza / entre una España que muere / y otra España que bosteza/ Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón». El segundo, muchos siglos antes, lanzó un aviso a navegantes: «Pues al natural destierra / y hace propio al forastero / Poderoso caballero/ es Don Dinero». O sea, cuidado, que el dorado metal es capaz de hacernos ver espejismos para ajustar los resultados de un encargo a los deseos del pagador ¡Y de encontrar justificaciones para ello! Y el tercero ya avisó: «Que la vida es sueño…».

Pero si alguien echa de menos en la relación de autores considerados como pérfidas vías de penetración de la cultura centralista en Cataluña a un tal Miguel de Cervantes, que se tranquilice. Para él aún puede haber perdón: según las profundas indagaciones que el presunto historiador ha realizado, en realidad Cervantes era catalán, y por ahí se le puede perdonar que incluso se atreviera a localizar las andanzas de don Quijote por las tierras castellanas. Me imagino que de la misma manera que a Serrat se le podrá perdonar haber cantado a Machado, pero me temo que Joan Manuel va a tener que darle muchas explicaciones al señor Abad por haber publicado una de las canciones consideradas unánimemente como una de las diez mejores de nuestra historia -Mediterráneo- en la lengua de Castilla.