Después de cada uno de estos terribles atentados yihadistas me pregunto cómo es posible que haya gente que convive con nosotros en sociedades libres, abiertas y tolerantes capaz de ponerse al volante de un vehículo para llevarse por delante al mayor número de personas posible, de degollar a quienes se encuentran a su paso, de hacerse explotar en conciertos, estadios o aeropuertos para volar por los aires a seres indefensos. ¿Les mueve solo una interpretación perversa de su religión, el odio a lo que representa Occidente, se sienten humillados en la tierra que los ha acogido? En suma, ¿por qué un grupo de jóvenes como los que formaban la célula de Ripoll nos quieren matar?
Para combatir este terrorismo, que claro que nos da miedo, mucho miedo, más allá de proclamas voluntaristas, sería necesario tratar de responder estas preguntas. Habría que ir a la raíz, a cómo y por qué han logrado lavarles el cerebro. Investigar qué pasa en las mezquitas y oratorios donde se inculca el mal, quién sufraga estos focos de propagación yihadista, desvelar de una vez los vínculos de países como Arabia Saudí o Catar con esta ideología criminal. Pero, además, es imprescindible introducirse en sus mentes para saber cuáles son sus motivaciones, un campo bastante inexplorado en España, aunque cabe citar el excelente libro de Manuel Moyano y Humberto Trujillo Radicalización islamista y terrorismo. Claves psicosociales. Para derrotarlos, hay que saber cómo y por qué se radicalizan hasta convertirse en asesinos, en monstruos que desprecian totalmente las vidas humanas, incluidas las suyas. Están aquí, viven en nuestras ciudades, convivimos con ellos. Y parecen normales.