Varsovia en el punto de mira

Miguel Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

STOYAN NENOV | reuters

26 ago 2017 . Actualizado a las 08:46 h.

No es extraño que Emmanuel Macron gaste tanto en maquillaje (por lo que se ha publicado, 26.000 euros en poco más de tres meses). A veces, para entender lo que hace o dice el presidente francés hay que apartar una o dos capas de cosmético. Es el caso de su agarrada de ayer con Polonia. Macron echaba en cara al Gobierno polaco su giro autoritario y su euroescepticismo. Pero lo que parece una valiente defensa de los valores democráticos europeos en realidad maquilla el verdadero conflicto: la directiva europea sobre trabajadores desplazados, que no tiene nada que ver con el euroescepticismo polaco sino más bien con el francés.

Macron, que se ha propuesto flexibilizar el mercado laboral en casa, no quiere que más de 300.000 trabajadores extranjeros comunitarios sigan cobrando en Francia pero cotizando en sus países de origen, como les permite la directiva. Las razones de Macron son atendibles: el nivel de cotizaciones sociales está en Francia en torno al 45 por ciento, mientras que en Rumanía, por poner un caso, ronda el 13 por ciento. Esto hace que, en la práctica, los trabajadores temporales desplazados, incluso cuando hacen el mismo trabajo que los franceses, ganen bastante más.

Es un problema que ya había apuntado el Reino Unido y que, de hecho, se convirtió en uno de los caballos de batalla del euroescepticismo británico que ha acabado desembocando en el brexit. Quienes entonces trataban a los británicos de egoístas y xenófobos, Francia y Alemania, son quienes ahora encabezan la operación para reformar el reglamento.

Ventaja competitiva

En concreto, Macron pretende limitar a doce meses los efectos de la directiva, luchar contra el abundante fraude al que da lugar y forzar a las empresas extranjeras a pagar a sus trabajadores desplazados un salario equivalente al de los franceses. En esto cuenta, además de con Alemania, con el apoyo de Bélgica y Austria, pero con la oposición prácticamente en bloque de los países del Este. Y se entiende por qué: para ellos, el sistema actual proporciona una ventaja competitiva a sus empresas en el mercado único europeo.

La estrategia de Macron para conseguir su objetivo está siendo la de dividir a ese bloque del Este. El miércoles, en Salzburgo, consiguió un cauto apoyo de la República Checa y Eslovaquia a cambio de contemplar sus quejas contra el sistema de cuotas de la UE para acoger refugiados.

Pero Polonia es un hueso mucho más duro de roer, porque de los 1.9 millones de trabajadores desplazados que hay en Europa, 420.000 son polacos (de ellos, 50.000 en Francia). La beligerancia de Macron con Varsovia hay que interpretarla como parte de esa estrategia para aislar a Polonia y forzarla a ceder.