La perversión de las multas de tráfico

OPINIÓN

31 ago 2017 . Actualizado a las 13:54 h.

Existe la reconfortante costumbre de pensar que el comportamiento de uno mismo es más ético que el del vecino, y aunque algunos ensalcen al homo sapiens como es el ser más altruista de la naturaleza (ja, ja...), no podemos olvidar aquellos posos biológicos que nos llevaron a romperle la crisma a Abel, a desear lo ajeno, y a saltarnos de vez en cuando las reglas en pro del beneficio personal.

Hace tiempo Fernando Sabater dijo muy acertadamente que «somos todo lo malos que nos dejan ser», de ahí la obvia necesidad de un sistema normativo que nos recuerde dónde están los límites… Una vez manifestado el mea culpa fruto de nuestra condición humana, tenemos que reconocer que necesitamos una motivación extrínseca que nos invite a obrar adecuadamente. Pero ¿por qué la mayoría de las correcciones tienen que ser necesariamente punitiva? ¿no es cierto que el premio es más eficaz que el castigo? -al menos eso es lo que funciona con los niños-. Claro que si usted piensa bien esto último ¿de qué forma va a premiarte la DGT?, -quizás con una cesta de Navidad o con una entrada al cine por ser buen conductor-. Bromas aparte ya hace más de 10 años que el Ministerio de Interior, inspirándose en nuestros vecinos franceses, apostó por el Sistema de Puntos. Pese a que según todos los estudios el método es efectivo (así lo avalan numerosas investigaciones publicadas en revistas científicas) esta efectividad tiene un efecto transitorio o dicho de otra manera su aliciente se va disipando con el tiempo. Aunque en la actualidad algunas compañías aseguradoras premian con descuentos a los virtuosos clientes que conservan todos sus puntos, el fundamento se basa exclusivamente en el temor a quedarse sin carnet. No obstante, recordemos que Tráfico para no perder la costumbre, vincula la sanción económica a la consabida pérdida, no vaya a ser que a usted le importe un comino el susodicho documento, pero ¿qué es en el fondo lo que más nos aflige?

Antes de seguir, vayamos al meollo del asunto porque partiendo del presupuesto de que no queda más remedio que utilizar el castigo para recordarle que hay que ser bueno, ¿por qué se utiliza este método de una manera tan poco educativa? De todos es sabido que para que el infractor se haga consciente de su mal comportamiento tienen que ocurrir una serie de factores que, con frecuencia, se ven mermados por muchos contrasentidos. Por un lado, debe haber la menor distancia temporal del suceso ¿qué sentido tiene que nos llegue una multa tres meses o un año después de haberse producido? Por otro, el yugo de las matemáticas hace que incumplamos la norma por matices ridículos, ¿Cuál será la percepción de culpa cuando de todos los coches que circulan a la par, es al mío al que multan por circular a 0,1 kilómetros más por hora? Y para rematar el disparate, todos somos testigos de cómo algunos conductores salen impunes a sus desmanes porque: o no son cazados in fraganti o se saben todas las tretas jurídicas para salirse con la suya. De todo lo anterior se deduce que el sistema, aunque disuasorio es poco o nada correctivo, al menos en lo que se refiere a nuestras actitudes. Mucho me temo que por muchas penas que nos impongan seguiremos haciendo novillos cuando no pasen lista.

Tampoco hay que ser muy suspicaz para comprobar el afán recaudatorio de las autoridades, y es que la disposición a portarnos bien parece que les trae sin cuidado, sobre todo cuando la misma Asociación Unificada de la Guardia Civil asegura que «estadísticamente, no es cierto que el hecho de denunciar más prevenga los accidentes».  Incluso el Gobierno de España incorpora en sus Presupuestos Generales del Estado una partida específica en la que se incluyen las multas que se impondrán el próximo año.

Me da la sensación que lo único que se valora son las cifras y no me refiero sólo a los contratiempos fatales. El pasado año se recaudaron más de 150 millones de euros con los radares, y entre unas multas y otras el Estado se embolsa ¡más de un millón de euros al día! ¿Exceso de celo?, ¿presión para cumplir un cupo de multas?, ¿aumento del parque móvil?, ¿somos peores conductores? No lo sé, pero lo cierto es que las multas españolas son de las más caras de la Unión Europea, pese a que el Sistema de Puntos es de los más indulgentes. Piense lo que quiera, pero este verano recuerde: si usted no es una estrella de cine o un jugador de fútbol conduzca bien, no sólo se lo agradecerán sus huesos sino también su cartera.