El nuevo Stephen King

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

01 sep 2017 . Actualizado a las 08:43 h.

Si Manuel Bartual es el nuevo Stephen King, yo soy Gabriel García Márquez. Mi teoría es que Bartual vio el primer capítulo de la serie Room 104 y se propuso explotar esa idea de los gemelos que, por otra parte, no tiene nada de original (El otro, de Robert Mulligan, 1972). La jugada le salió perfecta, porque gente como Gerard Piqué, Íker Casillas, Cristina Pedroche y otros intelectuales de referencia quedaron abducidos por la historia y la retuitearon, convirtiéndose así en una bola de nieve en las redes sociales. Pero lo cierto es que es floja, flojísima.

Los ditirambos que se escuchan estos días solo se explican en el contexto de una sociedad que ha hecho del trending topic una medida para calibrar el éxito profesional. Yo, lo confieso, leo menos de lo que debería, pero lo suficiente como para cerciorarme de que lo que ha hecho Manuel Bartual no es nueva narrativa, ni falso documental, ni novela 4.0, ni nada de nada.

Un poco de la serie de los hermanos Duplass, como decía antes, un poco de Perdidos, The Blair Witch Project, David Lynch, Orson Welles... Y unos cuantos miles de seguidores en Twitter para quienes la frase «me he olvidado el bollo» constituye un hallazgo literario. A su lado, El Aleph o los cuentos de Poe son pura insignificancia. No hablemos ya de las Historias para no dormir de Narciso Ibáñez Serrador. Pero claro, la ficción de Bartual incluye fotos, vídeos, acertijos y hasta sueños en los que aparece Chiquito de la Calzada. ¡Brillante!

La ficción moderna está sobrevalorada, no hay más que ver cómo la realidad se empeña en superarla cada día. El caso de la periodista danesa que apareció decapitada tras sumergirse en un submarino casero es mejor que cualquiera de las temporadas de El puente, y el asesinato de una embarazada para quedarse con su bebé en Fargo supera el horror de la serie homónima.

Las buenas historias requieren tiempo, paciencia y ciertas dosis de virtuosismo, algo más que tuitear una serie de ocurrencias durante siete días.