Cataluña. Guerra

OPINIÓN

09 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cataluña no tiene ejército. Los mossos no pueden hacer frente al Imperio Español. Tan solo son capaces de matar a un individuo durante una detención o a terroristas que blanden armas blancas. Lo hacían los yanquis con sus rifles con los indios. Como los independentistas carecen de ejército, los pasados miércoles y jueves se militarizaron ellos mismos en el Parlament y dieron un golpe de Estado, pisoteando con sus botas el reglamento de la Cámara, el Estatuto de Autonomía, la Constitución, las leyes de la Unión Europea y las internacionales que entienden de estos asuntos: una parte no está por encima del todo. Carme Forcadell, la presidenta del Parlament, sacó el tanque y aplastó a los juristas del Parlament, que dictaminaron que el referéndum, y todo lo demás que se aprobó, era ilegal.

Forcadell cobra al año unos 157.000 euros, más o menos el doble que Mariano Rajoy, y su pensión vitalicia está fijada en 73.000. Puigdemont atesora cerca de 150.000 euros y sus consejeros, 110.000. La última subida de sueldo del presidente de una Cataluña «asfixiada económicamente» fue del 6,3 por ciento, 5,3 puntos superior a la de los funcionarios de la Generalitat. Cada parlamentario cuesta unos 188.000 euros (desplazamientos y prebendas), por unos 90.000 de un diputado español. Hay políticos de los autodenominados anticapitalistas e izquierdistas (la CUP, ERC y Junts pel Si) que sus cuentas bancarias registran activos incompatibles con sus proclamas ideológicas. Aun así, la CUP y Junts pel Sí consideraron insuficiente el tanque de Forcadell y ametrallaron el salón plenario: Tejero revivido.

Tres días antes de la declaración de guerra hubo una escaramuza. Una kamikaze nacionalista de Badalona, Rosa Maria Miras Puigpinós, saltó sobre la yugular de una constitucionalista, la catalana Inés Arrimadas, de Ciudadanos: «Solo puedo desearle ?a Inés Arrimadas? que cuando salga esta noche la violen en grupo porque no merece otra cosa semejante perra asquerosa». Tal vez el psicoanálisis diga que no estaba hablando su Yo, sino su Ello, que lo que quería en verdad era ser violada ella misma. Sea como fuere, la kamikaze fue abatida en las redes sociales; fue abatida en el trabajo, y será abatida en los tribunales. En contextos diferentes, Arrimadas (y hace poco Manuel Azaña en Sabadell) ha sido fusilada, como García Lorca. El nacionalismo es un virus tan eficaz como el ébola. Lo vimos en el Parlament con la diputada de Podem, enajenada por el odio, retirando las banderas españolas mientras el resto de los parlamentarios triunfantes entonaban su himno patrio. Como los nacionalistas españoles. Como todos los totalitarios del mundo unidos por la victoria final.

Los tribunales abatirán asimismo a los golpistas (por qué no los han abatido ya: a uno le cogen con varios gramos de cocaína y lo encierran de inmediato; ellos se cargan la mismísima Constitución y ahí siguen). Pero antes, habrá más kamikazes, bien en solitario, bien en manada. Protagonizarán actos violentos en las calles. Muy violentos. Habrá heridos y fallecidos. Van a por todas. Ya han empezado: niegan publicidad a la Prensa que no les es fiel, y sus medios, especialmente TV3, son medios de propaganda nazi (Franco suprimió la libertad de Prensa y el catalán; desde años, los Governs han suprimido, de facto, el castellano en las aulas); amenazan a políticos, a funcionarios, a ciudadanos, sin excluir insultos y vejaciones. Es el armamento que tienen para que triunfe el sí en el referéndum. Un referéndum sin los plazos legales que marca la Comisión de Venecia, que no contará con quórum ni con garantías democráticas. Es una consulta prostituida, una tapadera, en la mejor tradición de las repúblicas africanas y las repúblicas bananeras.

El asunto, en último caso, no está en la legalidad. El asunto está en la fuerza. Los bienaventurados defensores de la identidad (¡qué cojones será eso de la «identidad!») no la tienen. Por eso la sustituyen: echan a la alcantarilla la ley que les estorba y reinventan la suya (Nicolás Maduro, Vladimir Putin); pasado mañana investirán con uniformes militares a los civiles de la marcha de la Diada, y tratarán de que los mossos saquen las pistolas, antes, durante y después del 1-O, y que disparen a guardias civiles y policías nacionales: hay que llenar las calles de mierda, de mucha mierda. Se trata de estrategia militar, no de legislación. Lo que puede sorprender, aunque en absoluto, es por qué apoyan la independencia los individuos no radicales, y para encima, parias. No sorprende porque nuestra especie, como otras, perros u ovejas, por ejemplo, está en disposición de ser domesticada. Es complicadísimo asumir la responsabilidad de la libertad (de pensamiento) propia. Que piensen por nosotros decía el filósofo. ¡Domestíquennos, por Dios!

(La vida es una broma. Pero, las más de las veces, es una puta broma).