Y el 2 de octubre puede que peor

OPINIÓN

16 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Ayuntamiento de Gijón ya había prohibido actuar a Albert Plá, porque le daba asco ser español, y quien con Foro se acuesta, patriotero se levanta. Ahora prohíben un acto organizado en tiempo y forma porque se sospecha que alguien podría hablar del referéndum catalán. Este nuevo ridículo tiene que ver con lo que pasó en Madrid, donde el PP había denunciado un acto sospechoso de apología del referéndum y un juez facha había aceptado la denuncia y lo había prohibido. Sabemos que el juez es facha porque él lo dijo. Él sí puede decir públicamente que no hay más bandera de España que la del águila franquista, pero otros no pueden decir que quieren un referéndum de independencia en Cataluña. El PP puede honrar la memoria de Millán?Astray, insultar a los familiares de asesinados y romper a martillazos el ordenador que le reclama un juez, pero denuncian en nombre de la patria a quien hable de referéndum. Alguien del Foro debió ver la tele ese día y, como ya habían cogido práctica con lo de Albert Plá, prohíben en Gijón un acto sobre Cataluña. Se viene diciendo que lo de Cataluña acabará siendo un «choque de trenes». La expresión, aparte de manida, es piadosa. Se dice como si se hablara del futuro y como si fuera un choque puntual y limpio, como el de dos bolas de billar. El choque no es algo que vaya a ocurrir. El choque de trenes de Cataluña ya se produjo, estamos en él. Y no es un choque de dos bolas de billar. Es un choque que se alarga con estruendo, y en él el estado de derecho ya está arrugándose, deformándose, retorciéndose y quebrándose como los hierros de máquinas pesadas cuando entran en colisión. La prohibición de Madrid y la mímesis paleta del Foro de Gijón son como la piel amarilla o los granos, síntomas de que el choque se está llevando por delante las evidencias básicas del estado de derecho. Qué tendrá que ver que en España sea ilegal la marihuana con que alguien haga un acto público a favor de su legalización. ¿Desde cuándo es ilegal hablar de cambios de leyes?

Nunca me pareció que el dolor, la enfermedad o la estupidez sean cosas de las que se aprende. Creo que son situaciones más propicias para el repaso que para el aprendizaje. Y es mejor que no nos coja el 2 de octubre con la materia sin refrescar. Sobre Cataluña, hay quien quiere mirar a Escocia, donde se hizo un referéndum de independencia en una situación que tiene su parecido con la catalana. Hay quien prefiere mentar a Yugoslavia, donde hubo una guerra devastadora por un problema de independencia de territorios y de etnias. Una de las cosas sabidas que deberíamos refrescar es que la historia y el derecho no son política. Cuanto más nutrida esté la política de historia, derecho y, en general, formación y sabiduría con mejores perspectivas se tomarán las decisiones. Pero no se puede pretender que en la historia o en las leyes estén escondidas las recetas políticas que hay que aplicar a cada caso. La política es parecida a la economía. La economía gestiona la escasez. La política gestiona otra limitación, la de la convivencia. Si nadie hace ni puede hacer nada que cree problemas a otros no hay política. Pero la escasez es siempre una realidad y los conflictos también. La política gestiona la convivencia real. El caso escocés tiene un parecido evidente con el catalán. Pero no tenemos ahí la receta. La división interna de los escoceses respecto a su independencia es más templada que la de los catalanes. Y la tensión que crea en el Reino Unido la posible independencia escocesa es también mucho menor que la que causa en España la independencia de Cataluña. Por eso el problema político es distinto, no importa el parecido histórico de una cosa y la otra. En Escocia un referéndum zanja la cuestión de una manera benigna. En Cataluña un referéndum es un trauma en la convivencia interna de los catalanes y de España con Cataluña. La crispación que suscita esta cuestión hace que en España el referéndum, en principio, aun siendo un acto democrático, no sea la mejor manera de regular la convivencia.

Por eso, sólo hay cuatro posibilidades para Cataluña: 1) distender la cuestión hasta que el referéndum de independencia sea una solución benigna, como en Escocia, y entonces hacer el referéndum; 2) modificar la estructura territorial, de manera que Cataluña tenga una relación con el Estado que satisfaga a la mayoría de los catalanes, y entonces no habría que hacer referéndum de independencia; 3) dar por perdida toda posibilidad de serenar esta cuestión o de un entendimiento para el estructura territorial del Estado, y en este caso habría que hacer como mal menor un referéndum de independencia que crispe la convivencia, pero evite conflictos mayores; y 4) dar por imposible toda posibilidad de entendimiento y recurrir a una solución militar. La primera posibilidad, la que pretende el separatismo, me parece imposible. No hay referéndum de independencia pacífico y templado posible. No importa si esto debería ser así; las cosas son así. Y nadie debería jugar con la cuarta posibilidad, aunque algunas capas del PP coqueteen con ella y los independentistas parezcan apetecerla. La segunda posibilidad sería el desenlace más armónico, entre otras cosas porque puede que sea lo que querría la mayoría de los catalanes. Siempre tendría la debilidad de ser una incomodidad, aceptable, pero una incomodidad. Me parece evidente que o se trabaja en una nueva estructura territorial en la que Cataluña y País Vasco tengan un diseño específico de relación con el Estado, o se trabaja en la tercera opción, la de un referéndum que crispe, pero al menos un referéndum digno y serio. Este chiste que se están montando los independentistas no puede ser tomado como un pronunciamiento democrático serio. Ya no se sabe si después de imprimir las papeletas en casa, se podrá llevar de casa también una urna o, ya de paso, imprimir en casa una constitución catalana al gusto. El 1-O no es un desenlace en ningún caso.

La responsabilidad de los independentistas en la destemplanza del problema en toda España es evidente. Es inconcebible que de verdad se hayan convencido de que lo que España piense o sienta en esta cuestión no es una parte sustancial de la cuestión. Pero no debemos olvidar el daño del PP. Siempre alimentó y agitó un populismo anticatalán impropio de un partido democrático. El PP siempre quiere un elemento de urgencia emocional que anule los debates políticos y la maldad catalana es uno de ellos. Son inolvidables aquellas mesas puestas por toda España contra Cataluña y pidiendo, ellos también, un referéndum ilegal. La pulsión independentista actual tiene mucho de reacción a la agitación interesada del PP, como mucha gente está señalando. La denuncia de Madrid es sólo una muestra de que el problema catalán lo tenemos en el PP. Los independentistas son lo que son, pero el pueblo catalán reaccionaría de otra manera con otro trato y otras propuestas. El PP sigue teniendo un cordón umbilical con el pasado por el que el franquismo sigue soltando sus coágulos en la convivencia española. C’s está demostrando que no es siquiera la marca blanca del PP. Es sólo un doble fondo del PP, un recipiente de seguridad donde puedan caer los votos hartos de delincuencia y mugre franquista sin que esos votos se vayan muy lejos en lo fundamental. Y el PSOE debe dejar ya de apoyar al PP en lo momentos en que el PP decreta que hay emergencias nacionales. El PP los acusa de terroristas o de romper la unidad nacional a su antojo. Cuando Zapatero puso la coletilla de «Gobierno de España» a todos los anuncios oficiales, le armaron una bronca monumental porque el PSOE no tenía legitimidad para utilizar la palabra España. Pero siempre corre manso cada vez que el PP reclama sentido de Estado y hasta le regalan la Presidencia. El PSOE no necesita justificar su sentido de Estado ante el PP y debe contribuir a que se perciba la radical anomalía de este partido. Por su conducta y por su textura, el PP no es digno de recibir gestos de unidad frente a los grandes problemas, porque nunca hizo honor a esa confianza. Entre ellos y la banda de Puigdemont están consiguiendo que ser español dé asco (que el Foro me perdone).