Desenredar la madeja

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

03 oct 2017 . Actualizado a las 07:43 h.

¿Hubo un referendo caótico e ilegal el pasado domingo en Cataluña? Parece que sí. Y si lo hubo, ¿para qué ha servido? La chapuza quizá solo encuentre un digno parangón en la película Sopa de ganso, en la que un magnífico Groucho Marx dirige el caos de una rebelión contra sí mismo. Y es que después de seguir atentamente la jornada del 1-0, no encuentro otro relato que el de una pieza del teatro del absurdo que podría titularse El procés. Porque el espectáculo ha sido memorable, con urnas volando, colegios que abrían y cerraban, gentes que votaban en cualquier lugar y algunas varias veces… Un desastre que, al parecer, han sabido comercializar sus promotores, que se han manifestado muy satisfechos por semejante éxito de su relato social y político.

Pero la realidad es que, cuarenta años después de que echase a andar «la mejor historia de éxito que los españoles hemos puesto en marcha juntos» (Rajoy dixit), resulta que el lío catalán viene ahora a querer enmendarnos la plana y emborronarnos el historial, justo cuando ya estábamos sobradamente advertidos por los grandes líderes de la algarada. No cabe duda de que sus conspicuos cabecillas son verdaderos talentos en el arte de lanzar cohetería conceptual y fabular futuros de éxito, legales o ilegales. Así, a Puigdemont, Junqueras y compañía se les han ido sumando otros votantes solidarios que han encontrado aquí una causa y una oportunidad que consideran a su altura.

Sus líderes dicen que quieren lo mejor para su Cataluña (es decir, para sí mismos). Ellos saben que los pueblos necesitan dirigentes que los entiendan. Lo dijo Colin Powell, exsecretario de Estado de EE.UU.: «Los grandes líderes son casi siempre grandes simplificadores. Pueden interrumpir cualquier argumento, debate o duda y ofrecer una solución que todos puedan entender». Y ahí están ellos. Cualquiera puede ver y entender las simplificaciones y trapalladas que ofrecen estos jefes secesionistas. Napoleón lo tenía claro: «Un líder es un repartidor de esperanza». Y ellos están en eso, repartiendo fe, esperanza y caridad. Y caos. Y lo que haga falta o sea menester… Pero, claro, ahora nos toca desenredar la madeja. Y esto no será fácil. El camino está minado.