Carca y selva

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez REDACCIÓN

OPINIÓN

08 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las mejores películas distópicas de la filmografía reciente (si contamos como reciente el año 2006) es «Hijos de los hombres», de Alfonso Cuarón. La trama imagina un mundo en el que la población se ha vuelto estéril y el planeta asiste impotente a la extinción de la especie humana con una Gran Bretaña que mantiene una última apariencia de civilización bajo un gobierno cada vez más autoritario en el que los inmigrantes irregulares son enjaulados en las estaciones de tren. La película (no puedo hablar del libro, que no leí) tiene muchas virtudes, entre ellas una de las primeras denuncias explícitas de las torturas de Abu Ghraib y muchas aristas para comentar. Me detendré en una sin descubrir demasiado el relato. El protagonista recibe la petición de ayuda de un grupo de resistencia que ha encontrado a una mujer embarazada, en su vientre está la esperanza de toda la humanidad. Tras muchos avatares, que no contaremos aquí, terminaremos por descubrir que al grupo de la resistencia le importa un bledo la embarazada y su hija, de lo que se trata es de hacer la revolución a toda costa, una revolución para nada, en un mundo moribundo, con la hora señalada ya muy clara en el horizonte. 

Todo está siendo tan espantoso en las últimas semanas que resulta difícil elegir un elemento que nos despierte más sobresalto. Peor aún, señalar uno u otro, hay tantos, nos hace ser señalados a su vez por los irreductibles, nos dirán que no hablamos de aquello otro que hizo el otro. Si lo hicimos, nos dirán que no lo dijimos suficientemente alto. Es igual.

Particularmente me dejó estupefacto la sugerencia de que pudieran mediar entre las partes un grupo de arzobispos y un abad. Estupefacto quedé porque esto salió de algunos de los puritanos adalides de la ruptura del statu quo, el régimen y todo eso. De manera que podemos despreciar por su bajísima calidad a instituciones que son fruto, mal que bien, del sufragio universal pero lo moderno ahora es recurrir a las sotanas. Faltó saber si habría que contar también con la opinión del boticario y el notario ya que nos urge tanto la del señor cura. Quizá nunca tantos rebeldes trabajaron tan denodadamente (quiero creer que de forma inconsciente, quiero) para consolidar el conservadurismo.

Hablemos, falemos, parlem. Por supuesto, pero es preciso concretar de qué, todos estamos a favor del bien y en contra del mal. o casi todos por lo menos. Son terribles los excesos brutales en el uso de la fuerza por parte de la policía, que un cuerpo armado desobedezca la instrucción de un juez es gravísimo y abre un escenario que creo que mucha gente se resiste a querer calibrar con todas las consecuencias que acarrea. Mola menos, o algo así.

Quizá la rigidez esa que hoy tanto ofende para una reforma constitucional nos proteja muy pronto (ojalá no) de una tentación recentralizadora de un leviatán oscuro que se está despertando. Quizá no muy tarde (quizá ha pasado ya) quienes abominan de la imposición del monopolio estatal de la fuerza clamen porque se aplique si ellos mismos se ven cercados. Cuidado con lo que se desea, o con lo que se imagina que se desea. 

Hablemos para entendernos mejor, pero ojo, en esto soy yo irreductible. Todos somos iguales, todos tenemos los mismos derechos y a la hora de repartir asuntos mundanos me dan igual las heráldicas, me dan igual los sentimientos idisincráticos, me dan igual los fueros y las fantasías. Ay de quien crea que cumplir la ley es carca, sobre todo cuando lo que esconde bajo la mano es otra ley, la de la selva.