El peor desacuerdo del mundo

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

BRENDAN SMIALOWSKI | AFP

14 oct 2017 . Actualizado a las 09:44 h.

Se está poniendo de moda entre los políticos hacer declaraciones que significan una cosa y la contraria, que anuncian y no anuncian algo. El último en sumarse a esta corriente ha sido Donald Trump, que ha denunciado el acuerdo nuclear con Irán y a la vez no lo ha denunciado. Para ser exactos, lo que ha hecho es desautorizar el tratado que en el 2015 firmó Barack Obama sin romperlo.

Se trata, en definitiva, de una nueva variante de algo que Trump viene haciendo desde que fue elegido presidente de Estados Unidos: retractarse, una a una, de sus promesas electorales, pero de un modo confuso que le permita salvar la cara. Durante la campaña, Trump había convertido este acuerdo nuclear con Irán en una de sus bestias negras. Esto era así, en parte, porque acabar con él era una de las obsesiones del ala derecha del partido republicano y del influyente lobby proisraelí. Pero, sobre todo, a Trump le interesaba presentar este acuerdo como «el peor acuerdo del mundo» porque era el gran logro de Obama en política exterior.

La realidad es que se trata de un buen tratado que ha resuelto un conflicto potencialmente peligroso. Logra lo que se supone que era el objetivo: hacer imposible que Irán pudiese disponer de armas nucleares en los próximos quince años. Lo que lamentaban sus críticos era otra cosa: que «normalizaba» las relaciones con Irán, renunciándose así al proyecto (por lo demás, poco realista) de derrocar al régimen de Teherán. Por eso, tanto el secretario de Estado como el de Defensa, así como las cancillerías europeas, han intentado hasta el último momento convencer a Trump de que no cancelase el acuerdo. Al final, todo lo que han conseguido son estas medias tintas.

En principio, el cambio es de poca consecuencia. Estados Unidos seguirá vigilando si Irán cumple con sus compromisos bajo el tratado y el Congreso impondrá sanciones si no lo hace. La única diferencia es que Trump ya no se encargará de certificar el grado de cumplimiento y dejará el asunto en manos de los servicios de inteligencia. Es decir, mantiene el acuerdo, pero pierde control sobre él. También pretende renegociarlo, pero es dudoso que lo consiga. El Congreso está muy dividido en esta cuestión, y el acuerdo se firmó conjuntamente con varios países europeos que no quieren cambiarlo.

Y luego está, naturalmente, Irán, que se siente engañado, y no sin razón. En virtud del acuerdo, entregó el 98 % de su combustible nuclear. «¿Nos devolverán ahora nuestras 10 toneladas de uranio enriquecido?» preguntaba recientemente el ministro de Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif. Y esta es la consecuencia más grave de la decisión de Trump: el descrédito de esta clase de acuerdos. A partir de ahora, va a ser mucho más difícil firmarlos con otros países con programas nucleares irregulares. En Corea del Norte han tomado nota. El que, para Trump, era «peor acuerdo del mundo» puede convertirse con el tiempo en el «peor desacuerdo del mundo».