La verdadera estrategia de Puigdemont

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en una imagen de archivo.
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en una imagen de archivo. IVÁN ALVARADO | REUTERS

17 oct 2017 . Actualizado a las 23:18 h.

No nos engañemos: ni Puigdemont respondió a lo que se le preguntaba ni hay indicios racionales (ojalá me equivoque) de que pasado mañana vuelva a la legalidad. No es que quiera provocar la aplicación del 155, que quizá sí, yo no soy quién para adivinar o juzgar sus intenciones. Pero está claro que es un hombre abducido por su entorno, porque no habla más que con independentistas que lo presionan y lo jalean, y él se deja jalear. Está claro también que no escucha ni atiende a lo que ocurre. No sabe ver el rechazo internacional porque se dejó engatusar por unos cuantos reportajes sobre la actuación policial en su referendo. No sabe analizar la reacción de las empresas, que son un veto de los emprendedores a su aventura. No sabe percibir la división de la sociedad, sino que la niega porque está aislado en su mundo soberanista. Igual que Artur Mas se consideraba un prodigio de astucia, Puigdemont se considera un maestro de la estrategia y así lo demuestra en su carta a Rajoy.

¿En qué lo demuestra? En que, en el fondo, no le escribe a Rajoy: escribe a los gobernantes europeos para demostrarles que él es el hombre del diálogo, que tropieza con el muro del Gobierno español, autoritario y opresor, que responde con nuevas opresiones, como el 155 o las medidas cautelares sobre Trapero. Esa es su estrategia. Dicho de otra forma, pretende el cambio mágico de una realidad (la burla de la ley, la desobediencia a los tribunales, la rebelión y la escisión) por otra de suma bondad respondida con la ferocidad de un Estado que utiliza su fuerza para aplastarla.

De ahí su insistencia en el diálogo, pero en un diálogo que sabe imposible: el del mano a mano con Rajoy. Y no lo pide con el rey (de jefe de Estado catalán a jefe de Estado español) porque aún tiene limitada su osadía. Y los márgenes de ese diálogo han sido limitados por él mismo a la autodeterminación, y por su vicepresidente, Oriol Junqueras, a la independencia. ¡El hombre bueno que quiere hablar y no se subleva! ¡El gobernante magnánimo que el otro día había dicho que quería negociar sin condiciones y ahora ya pone como objetivo negociar un referendo pactado!

Cuidado, señor Rajoy, con esa trampa. Ya sé que ni usted ni su Gobierno van a caer en ella. Pero hay mucha gente en España (no hace falta citar a Podemos) que defiende esa salida. Y hay mucha gente en Europa que no entiende que un referendo pactado como el de Escocia no sea en España una solución razonable. Cuidado, señor Rajoy: la quizá inevitable aplicación del 155 tiene que ir acompañada por una fuerte y clara política informativa en el exterior; la política que no se vio en el falso referendo del 1 de octubre; la política en que el soberanismo puede ganar.