01 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

España es un país pendular y de fluidos. El que hoy enarbola una pancarta al día siguiente coge otra. Somos fáciles y simples en el eslogan pero complicados en la idea. Ahora reinan las banderas y hace unos días nadie era español. Porque ya no ganamos mundiales. Que, por otra parte, es la única razón por la que pondría una bandera en la ventana. Aún recuerdo cuando fuimos campeones del mundo. El saqueo a la nevera de Fullaondo -que se lo puede permitir-, las lágrimas y ese abrazo que me di con mi amigo Tomás que era un abrazo de los que ganan algo grande por primera vez. Yo sigo perdiendo a todo y él, ahora, es banquero y tiene a una de las mejores chicas de Oviedo.

Los españoles con una causa, sea cual sea, nos comportamos como un amigo que me he hecho estos días estando en León; que no voy a decir su nombre porque se gana la vida escribiendo para medios, y no es plan de ir jodiendo vivas . Él dice que quiere, siempre, una novia con una tara. Lo que él llama tara es una minusvalia o,  para los progres, una capacidad reducida. Dice que para irse a la cama le da igual, porque nunca deja la tarjeta. Pero, para una relación prefiere a una de estas chicas que son guapísimas pero les ha pasado algo, sea genética o la vida, que las taima. Esas chicas cansadas de oír «Pobre, con esa cara y esos ojos tan bonitos. Es una pena».

Ya sé que esto es duro, pero es lo que hacemos todos los españoles. Defender una causa justa no nos vale, necesitamos que sea vilipendiada y atacada para reaccionar. Y así está ocurriendo con el tema Cataluña, con los incendios; con todo.

Es tan triste que haya una parte de la población enarbolando banderas sin saber bien el porqué,  como que haya otros que le han quitado la calle a Calvo Sotelo. España, una y trino. España de misa, cocaina y putas. España de activismo, porros y putas. Somos iguales, por eso nos odiamos tanto.