En España se va a la cárcel por los hechos, no por las ideas. Es así desde hace 40 años. En esa ejemplar transición que permite comentar lo que quieran a Pablo Iglesias y a (H)Ada Colau, aunque a ellos la transición les parezca vergonzosa, tanto como la decisión de la jueza Lamela. Dejen de repetir algo que es mentira. No se va a convertir en verdad. Pablo Iglesias dice que «me avergüenza que en mi país se encarcele a opositores». Mentira, repito, van a la cárcel por sus hechos. Por sus acciones. Y tras ser advertidos y por la orden de un juez. Como otros muchos, en este país donde el Buscón de Quevedo es por desgracia tan real. Lean esta lista de presos a vuela pluma y después opinen: a la cárcel fue Barrionuevo y su cúpula, que creo recordar que eran del PSOE; en prisión estuvo un presidente balear del PP, Jaume Matas; entre rejas sigue un presidente de la Comunidad de Madrid del PP, Ignacio González. Pero hay más. Siempre por sus acciones, no por sus posiciones. Pedro Pacheco, del Partido Andalucista, por ejemplo. Las prisiones son plurales, igual que los delitos. Entre barrotes estuvieron celebridades como Mario Conde, Ruiz Mateos, Julián Muñoz, Miguel Blesa, Díaz Ferrán e Isabel Pantoja. Hubo políticos de Unió Mallorquina, como María Antonia Munar, y presidentes de clubes de fútbol, como José Luis Núñez, Sandro Rosell, Del Nido y Jesús Gil. Más políticos del PP, como Granados o Bárcenas. Por el conflicto vasco pasaron por prisión activistas como Otegui de Herri Batasuna. El Código Penal no distingue geografías. No hay ninguna violencia del Estado en la actuación judicial. Es la ley. Solo la ley. O si lo quieren en latín: dura lex, sed lex.