Contra los embustes de Iglesias y Colau

Roberto Blanco Valdés
roberto l. blanco valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

05 nov 2017 . Actualizado a las 08:37 h.

 Aunque Ada Colau y Pablo Iglesias, entre otros izquierdistas de boquilla, actúen con el cinismo de quienes ignorasen nuestra historia, la lucha por la democracia fue en España larga y dolorosa. Decenas de miles de personas sufrieron, con tanta generosidad como coraje, la durísima represión de una dictadura que enchiqueraba sin dudarlo a quienes se atreviesen a atacar al franquismo la mitad de la mitad de lo que ahora, a voz en grito, desacreditan a la democracia española Iglesias, Colau y compañía, en ejercicio de una libertad de expresión que, precisamente por ser libre, cubre también las mamarrachadas de tantos majaderos.

Según ellos -que jamás han sido detenidos por pertenecer a un partido, ni pagado una multa por expresarse libremente, ni sufrido un registro de la policía sin orden judicial, cosas que suceden en las autocracias a diario- España es hoy una dictadura donde ¡hay presos políticos y se detiene a los opositores!

Para entendernos: la aplicación con todas las garantías democráticas del artículo 155 (que, similar a los que existen en Austria, Italia o Alemania, permite adoptar medidas de defensa del Estado aplicadas también en Gran Bretaña y EE.UU.) nos ha convertido en una dictadura. Para entendernos: el encarcelamiento por orden de una juez independiente de los autores de presuntos delitos de malversación, sedición y rebelión (¡solo fruslerías!) es la medida represiva de una autocracia pues, como se sabe, las democracias permiten delinquir a quienes militan en la extrema izquierda o el nacionalismo.

Son tantos y tan burdos los embustes de Iglesias, Colau y compañía que miles de antifranquistas que han apoyado la defensa del Estado democrático contra quienes intentaban destruirlo se han convertido de la noche a la mañana, en unos «fachas» partidarios de la «dictadura del 78», cuya malvada existencia pregonan ahora estos demócratas de pacotilla, que practican los escraches pero los rechazan rabiosos cuando le toca sufrirlos a uno de los suyos. Y lo que vale para los escraches vale, claro, para todo lo demás: «Me avergüenza que en mi país se encarcele a opositores», dice el mismo Iglesias que aplaude que se haga en Venezuela lo que desde 1978 aquí jamás ha sucedido.

Ante tanta desvergüenza los demócratas españoles debemos alzar la voz sin más demora para afirmar que nuestra democracia -que Freedom House, organización de defensa de las libertades, puntúa 94 sobre 100 en derechos civiles y políticos- es la mejor que jamás hemos tenido, comparable a cualquiera de las más avanzadas del planeta.

Debemos hacerlo en defensa de la imagen exterior de España, que la extrema izquierda nacionalista y no nacionalista aspira a destruir convencida de que solo así podrá sacar adelante sus proyectos. Y debemos hacerlo para evitar que nuestros jóvenes se hagan adultos con la disparatada convicción de que viven en una dictadura.